De la ciudad colonial nos vamos al corazón de la nación, a Bonao, allí donde el amanecer tiene todos los colores y la lluvia es un beso cotidiano y la vida apacible don del señor que duerme siesta en sus montañas...
Al pie de éstas lomas nos quedamos y de sus entrañas nace un río que no es río es una corriente de agua cristalina, pura y abundante, con fuerza de arrastre y piedras para su ondear y darnos las espumas y el murmullo divino de cataratas en miniaturas.
Y allí en aquella villa de las hortensias hay flores para dar, cortar, llevar, para ofrendar al río y deleitarse siempre, a toda hora, pues el clima y la cultura de sus habitantes convierten a Bonao en un Jardín colectivo, flores para bendecir la mañana, calentar el mediodía y celebrar la despedida del astro sol, abrazándonos a la noche para el derroche de un tres dos uno y que se repita la vida, pues solo lo bueno se repite y Bonao es super...
Y así para que los visitantes sientan la bienvenida de su naturaleza tiene flores al llegar al río y es el anuncio primero y entonces vemos torrencial el agua que se desliza entre las piedras y nos invita, a pesar del frío a entrar en su fuente de juventud....
Ver el río desde cualquier ángulo es contemplar la maravillosa obra del creador, belleza sin par...
Estar allí es sentirse en la virginidad de la naturaleza y eso debe cuidarse...
El agua corre con fuerza, engañarse con su caudal es fácil, mantenerse de pies en sus aguas es difícil, la velocidad y su fuerza de arrastre obliga a resistir las embestidas o se corre el riesgo de terminar río abajo... y eso no está en los planes de ningún bañista, turista o local...
Bañarse en sus aguas parece un encanto, pero no lo es, el frío es espantoso y la fuerza de su corriente es un desafío que no todos aceptan....
Allí me sentí relajado, contento y extrañé a los amig@s que no pudieron acompañarnos. Pero otro día será. De mi parte seré un asiduo visitante a la falda de esa loma maravillosa que da vida a esta sorprendente corriente de agua. Ahí estaremos siempre!