La vida de Juan Pablo Duarte ha sido estudiada desde los más diversos ángulos y ello ofrece, entonces, varios enfoques en relación a su vida y obra. Ha habido, por supuesto, apologistas y detractores; entre los primeros se ubica el Dr. Joaquín Balaguer quien lo aclama como El Cristo de Libertad; y en los segundos, los calificativos rondan desde: “muchacho”, “pusilánime”, débil, “ambicioso”. También estudiosos que se ubican entre ambos extremos, con una visión más objetiva.
A los fines de éste trabajo veremos al Duarte y su Fe, cómo en su pensamiento estuvo siempre presente el supremo Creador y su concepción Providencialista. Pero siempre apegado a los principios e ideales supremos de la Patria, a lo que él definía “la Santa Causa”. Todo en Juan Pablo Duarte era providencial.
Y esto no es casual, tiene que ver con su formación integral y espiritual, y ello se conjuga con su actitud y personalidad, todos sus actos concuerdan con su fe, conducta y visión, estilo de vida, entonces uno puede decir “y por los hechos lo conoceréis”.
Desde el Juramento Trinitario, que marca el inicio formal de su peregrinación patriótica y su camino de martirios y angustias, lo que arrastra o envuelve a la familia toda, como si se tratara de un apostolado, hasta su último aliento de vida, sus últimos escritos; todo concuerda en él.
“En el nombre de la Santísima, Augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente...” así inicia dicho juramento, con la fe puesta en el Creador y actuando a su nombre, un joven con apenas 25 años, pero que ya arrastraba cinco años de trabajo continuo y discreto con la juventud ardorosa que le seguía, para fundar la Sociedad Secreta La Trinitaria.
“Juro y prometo, por mi honor y mi conciencia”, continúa el juramento trinitario, hablando de honor y conciencia, de libertad, pues eso es la conciencia: libertad de elección. Y lo hacen bajo juramento, bajo promesa, lo que es propio de profesión de fe, de convencimiento, de hacer algo por convicción propia, interna. ...“en manos de nuestro Presidente señor Juan Pablo Duarte”, todos los trinitarios tenían fe en el proyecto que iniciaban y en su líder, confianza absoluta; en una empresa arriesgada como aquella expresar esa fe, esa confianza no es obra del azar sino que obedece a un ejercicio de liderazgo y capacidad de convencimiento por parte de quien encabeza el movimiento o la dinámica.
...“cooperar con mi persona, vida y bienes habidos y por haber”, no se trata de cualquier cosa, es empeñar en y para la acción todo cuanto se es y se tiene y se pudiera tener. No se trata de cualquier cosa, es una obra grande y requiere de un desprendimiento grande, de la vida; y si se da la vida porque no, entonces, los bienes, pues de qué nos sirven los bienes materiales si la vida se nos va en la encomienda. Es obra de redentores. Y por supuesto para llegar ahí era necesario un líder, un guía que pudiera engendrar la confianza para un convencimiento de esa naturaleza.
...”a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre y soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana”, y es verdad que habla de “separación”, pero con un dominio de la palabra acota con precisión a renglón seguido y para que nadie con dos dedos de frente albergue la más mínima duda señala “y a implantar una república libre y soberana e independiente”, es decir concibió claramente su proyecto desde el primer momento. Nunca pensó en ser colonia y abrazó desde un principio la idea de la soberanía, que es lo que identifica a un pueblo-nación.
Nunca pasó por la mente del patricio separarse de Haití para retornar a los brazos de la madre patria ni de otra potencia, la idea originaria era Crear una República, con nombre propio y con carácter soberano, independiente de “toda dominación extranjera”. No hay el más mínimo resquicio para dudar. Es el Padre de la idea de la Patria, de la República.
“Mientras tanto seremos reconocidos los trinitarios, con las palabras sacramentales: Dios, Patria y Libertad”, ahí está expuesta su fe, los trinitarios, Trinidad de Dios; “palabras sacramentales”, todo su lenguaje tiene una relación directa con la Palabra, es calculado, tiene una orientación, un propósito, puede decirse que apela a los sentimientos cristianos del pueblo dominicano por oposición a las creencias predominantes en Haití, pero no, pues es su firme convicción cristiana la que lo impulsa y esa misma fe la mantiene en el último hilo de vida.
...”lo ratifico y prometo ante Dios y el mundo”, primero Dios, pero su proclamación de una Republica es ante el mundo, no es ante Haití, es una señal categórica que la independencia absoluta es su firme propósito, su objeto de vida. “Si tal hago, Dios me proteja y de no, me lo tome en cuenta”, vuelve y apela al Altísimo, en procura de protección al hacerlo, al cumplirlo y si no lo hiciera “me lo tome en cuenta” a la hora del juicio final. Es un hombre de profunda fe, la que marcó su existencia y de la que nunca se aparto aun en los momentos en que las fuerzas parecían fallarles.
El Juramento Trinitario según la tradición, la historia, fue firmado por sus miembros con su propia sangre como un acto de fe y de compromiso sagrado; su texto es de la autoría de Duarte y el mismo define el propósito firme de los trinitarios de fundar una republica, desde una visión de fe, y con la voluntad de sancionar su incumplimiento: “y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición, si los vendo”, pues se trataba de algo sagrado que debía cumplirse no importando las circunstancias adversas que pudieran sobrevenir, las que se esperaban en una empresa de la magnitud que se habían propuesto.
No solo se trata del Juramento, pues todo su ideario esta atravesado de la fe absoluta en Dios como hacedor supremo, y dice el Apóstol “Trabajemos, trabajemos sin descansar no hay que perder la fe en Dios, en la Justicia de nuestra causa y en nuestros propios brazos”. Dios primero, la justicia después y acto seguido “en nuestros propios brazos” porque siempre tuvo la determinación de luchar sin descanso y esa lucha implicaba cualquier terreno, de ahí que ya había decidido su preparación militar, enrolándose en el ejército de ocupación haitiano en el año de 1834 porque tenía claro el desenlace violento para deshacerse de la ocupación y fundar una republica independiente, pues a nadie se le puede ocurrir pensar que un ejército de ocupación abandona voluntariamente el territorio ocupado. Y Duarte lo tenía claro y actúo en consecuencia, muestra de su visión estratégica.
Y eso lo aterriza del modo siguiente “la cual consiste en dar a cada uno lo que en derecho le pertenezca”, una vez más queda claro que estuvo marcado por esa convicción cristiana sincera que lo lleva a ser justo, amante de la justicia, del derecho. Y fue coherente siempre, pues luego, en mensaje a los puertoplateños, escribió “Sed justos lo primero, si queréis ser felices”. Es decir, reivindica la justicia para el ciudadano, pero le implora a éste que lo sea también. Y precisa: “Ese es el primer deber del hombre”.
Duarte habló y vivió dándonos ejemplos y trazándonos las pautas necesarias para la salud eterna de la patria. Vivió para todos los tiempos en los corazones de sus conciudadanos, de los dominicanos. Hay que saber leer a Juan Pablo Duarte, de lo contrario nunca estaremos en capacidad de entenderlo en estos tiempos.
Y afirma un elemento vital de la democracia, la tolerancia y reconoce el derecho a la existencia de otras sociedades y para ello pone sólo una condición: “no contrarias a la moral pública”.
Tenía en su mente la imagen de Jesús, pero no veía la cruz como símbolo de sufrimiento y por eso su lenguaje contiene esos elementos de parábola y dice “No es la cruz el signo del padecimiento: es el símbolo de la redención”, consciente de que la cruz es asociada a la fe, a la vida de Jesús y apela a ella para expresar la idea de la libertad y que la misma no se consigue sino con sacrificios y con la voluntad para resistir las arbitrariedades y las incomprensiones.
Y en ello está dispuesto al martirio, un acto de fe y de conciencia, y dice “Por la cruz, por la patria y su gloria denodados al campo marchemos: si nos niega el laurel la victoria, del martirio la palma alcancemos”. Ahí toma distancia de la expresión bíblica de poner la otra mejilla, para mansamente recibir otro golpe, es plena su disposición de marchar al campo a conquistar la libertad y dice: “Adelante, patricios constante, por la patria a vencer o morir, es infame quien dude un instante que sin patria es mejor no vivir”.
Duarte tuvo el coraje de reivindicar la justicia y clamar sanciones a quienes la patria dañaren, a pesar de su profunda fe cristiana dice “La tierra purguemos de tantos insanos”. Los insanos son aquellos que dañan su patria amada, y de ellos hay que limpiarla.
Su vida en el destierro no pudo ser más miserable, más difícil, más angustiosa, pero conservó siempre la dulzura de la esperanza para retornar a la patria y servirla, su fe fue el alimento espiritual para sobrevivir los momentos oscuro, solitario y entonces clama “Triste es la noche, muy triste, para el mísero mendigo que sin pan, tal vez ni abrigo, maldice la sociedad”.
Y en ese momento “Pensé cantar mi desventura impía y airado el numen se negó a mi intento; pensé cantar y en la garganta mía opreso el canto se trocó en lamento”. Desgarramientos intensos, a prueba quedó su humana naturaleza y en esa soledad de la selva de Río Negro tembló su pulso, pero no, la fortaleza de la conciencia y de su fe lo llevaron al grito de la libertad: “Cantad, sirena, cantad, cantad un canto por mi, que anuncie la libertad al suelo donde nací”. La fe mueve montaña.
Y entonces es cuando clama “el señor allanó mis caminos... y sonó también para mi la hora de la vuelta a la patria”, pues la traición hizo acto de presencia una vez más cuando Santana y los que nunca tuvieron fe anexaron la República a España. Y todo en él es providencial, nada ocurre como cabo suelto, todo tiene amarra en la providencia: “el señor allanó mis caminos”, dice.
Aún cuando los latigazos del destierro, expulsado de la patria, por él fundada, como traidor y recibiendo su familia los golpes de los patricidas, se apartó para no ser manzana de discordia y se fue a la selva en procura de la purificación de su alma y no “tomó estado” (no asumió el sacerdocio religioso) porque aún estaba pendiente la Santa Causa, los asuntos de la patria.
“Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi Patria libre, independiente y triunfante”, vuelve a sentenciar porque solo esa idea estaba fija en su mente desde que tuvo que abandonar por primera vez su tierra para irse a estudiar siendo un adolescente maduro en el año de 1828, sin cumplir aún los 16 años.
Y en esos momentos en que la patria se sacude para lograr su restauración, y que su estado de angustia no puede ser mayor, dice “los providencialistas son los que salvarán la Patria del infierno a que la tienen condenada los ateos, cosmopolitas y orcopolitas”, como si tuviera o sintiera odios por aquellos que han traicionado una vez más a la patria, pero respira por la más honda herida, la de la patria.
Y cuando dice orcopolitas se refiere a Santana y los suyos, a quienes llama ciudadanos del infierno como para expresar gráficamente la maldad que habita en sus corazones, en un momento lo llama Satanan y no Santana. Y no es que quiera reafirmar con ello su fe cristiana, es el desgarramiento de su alma en un momento en que siente la impotencia por no poder hacer todo lo que quiere por la Santa Causa.
Y entonces siente el sosiego, al desahogarse como se expresa en el párrafo anterior y dice: “El buen dominicano tiene hambre y sed de justicia ha largo tiempo, y si el mundo se la negase, Dios que es la Suma Bondad, sabrá hacérsela cumplida y no muy dilatado” es que confiaba en la justicia divina, y prosigue: “y entonces, ¡ay! de los que tuvieron oídos para oír y no oyeron, de los que tuvieron ojos para ver y no vieron...!la Eternidad de nuestra idea”!, su visión era trascendente y asimismo era su actitud.
Y concluye ese párrafo con palabras bíblicas “porque ellos habrán de oír y habrán de ver entonces lo que no hubieran querido ver ni oír jamás”! Indudablemente quien así se expresa no es un simple mortal, es la trascendencia de un alma pura consciente de que su acto es de porvenir, se expresa de esa manera el trasfondo místico que siempre habitó en su pecho y anidó en su conciencia inmaculada.
Y en esa concepción de la justicia divina, el Patricio dice “los días se acercan, procura que no se descarríen, pues va a sonar la hora de anularse para siempre, la hora tremenda del juicio de Dios, y el Providencial no será vengativo, pero si justiciero”.
Nunca separó la idea de la libertad de la Patria de la fe, de su creencia en la justicia divina, su fe en Dios, por eso asociaba la idea de fundar la nación independiente, libre y soberana con algo sagrado, y habla se la “santa empresa”, la “Santa Causa”.
Entonces siendo su religión “la católica, apostólica” es natural que la asocie al Estado que está definiendo y la señale como la religión oficial, pero no por ello deja de reconocer la existencia de otros credos y para ellos pide respeto, reconocimiento y reivindica derechos para los mismos.
Estas ideas del Patricio deben ser entendidas en el contexto en que a él le tocó vivir, formarse y actuar; y lo hizo con una amplitud de mira, con una vocación democrática, con un apego a la libertad de los seres humanos de profesar sus credos, solo limitados a que no ofendan la moral pública; reconoció la diversidad de razas que conformaban la población criolla (“los blancos, morenos, cobrizos, cruzados, marchando serenos, unidos y osados, la Patria salvemos de viles tiranos, y al mundo mostremos que somos hermanos”). Es Duarte en la Palabra, como una mariposa posada en la flor...