Leonel, Balaguer y Pilatos
Por Narciso Isa Conde
El programa Tiro al Blanco ha sido suspendido dos veces en quince días, después de diez años de vida.
Esto tiene que ver con presiones del generalato mafioso, del empresariado voraz, de políticos corruptos, de saqueadores impenitentes y embajadas terroristas. Presiones que se articulan con intereses aposentados en el Palacio Nacional.
En lo que procuran sacarme de este mundo y/o apresarme para hacerme en el exterior cualquier diablura, han optado por intentar silenciar mi voz irreverente.
Esto no está al margen de “un asunto mayor”, que conoce y maneja el presidente Fernández.
Supe que él sabe de los peligros que podría correr si decido viajar al exterior, porque está informado sobre posibles y drásticas represalias en mi contra. Y de sus palabras respecto al empecinamiento de los conjurados se puede deducir que se trata de iniciativas policiales instrumentadas por dos Estados terroristas: EEUU y Colombia. De órdenes de persecución canalizadas, vía INTERPOL u otras agencias, en aeropuertos y otros puntos claves.
Lo correcto hubiera sido -que tal y como acordamos en el intercambio sostenido entre el Presidente, mi esposa y yo el pasado 19 de septiembre del 2008- él se hubiera informado bien de esos designios, nos los hubiera comunicado a tiempo y hubiera intervenido para impedirlos.
Pero no lo hizo así. Ni tampoco respondió cuando en carta fechada el 18 de noviembre del 2008 le señalé el incumplimiento de ese compromiso y cuando a raíz del atropello contra Lourdes y de la acusación de “terrorista” que me hiciera el Departamento de Estado le reclame acción oficial urgente.
Por su discreta e impotente “alarma”, es evidente que la iniciativa colombo-estadounidense ha dado un giro drástico e inminente.
Ante esto no puedo guardar silencio ni aceptar la idea de que solo se trata de un peligro “en el exterior”. La presencia del general Mario Montoya aquí y el acelerado proceso de “colombianización” del Gobierno y del Estado dominicano son indicadores de que las garantías ofrecidas por Leonel tienen mucho de cuento de camino.
De todas maneras nadie podrá silenciarme por poderoso que se crea. Leonel Fernández, haciendo las veces de Balaguer o de Pilatos, o de ambas penas a la vez, está entre los que tienen que responder por lo que se procesa en ese laberinto de la criminalidad, a no ser que rectifique y decida hacer lo institucionalmente le corresponde a un Jefe de Estado en un caso tan delicado como éste.
Por Narciso Isa Conde
El programa Tiro al Blanco ha sido suspendido dos veces en quince días, después de diez años de vida.
Esto tiene que ver con presiones del generalato mafioso, del empresariado voraz, de políticos corruptos, de saqueadores impenitentes y embajadas terroristas. Presiones que se articulan con intereses aposentados en el Palacio Nacional.
En lo que procuran sacarme de este mundo y/o apresarme para hacerme en el exterior cualquier diablura, han optado por intentar silenciar mi voz irreverente.
Esto no está al margen de “un asunto mayor”, que conoce y maneja el presidente Fernández.
Supe que él sabe de los peligros que podría correr si decido viajar al exterior, porque está informado sobre posibles y drásticas represalias en mi contra. Y de sus palabras respecto al empecinamiento de los conjurados se puede deducir que se trata de iniciativas policiales instrumentadas por dos Estados terroristas: EEUU y Colombia. De órdenes de persecución canalizadas, vía INTERPOL u otras agencias, en aeropuertos y otros puntos claves.
Lo correcto hubiera sido -que tal y como acordamos en el intercambio sostenido entre el Presidente, mi esposa y yo el pasado 19 de septiembre del 2008- él se hubiera informado bien de esos designios, nos los hubiera comunicado a tiempo y hubiera intervenido para impedirlos.
Pero no lo hizo así. Ni tampoco respondió cuando en carta fechada el 18 de noviembre del 2008 le señalé el incumplimiento de ese compromiso y cuando a raíz del atropello contra Lourdes y de la acusación de “terrorista” que me hiciera el Departamento de Estado le reclame acción oficial urgente.
Por su discreta e impotente “alarma”, es evidente que la iniciativa colombo-estadounidense ha dado un giro drástico e inminente.
Ante esto no puedo guardar silencio ni aceptar la idea de que solo se trata de un peligro “en el exterior”. La presencia del general Mario Montoya aquí y el acelerado proceso de “colombianización” del Gobierno y del Estado dominicano son indicadores de que las garantías ofrecidas por Leonel tienen mucho de cuento de camino.
De todas maneras nadie podrá silenciarme por poderoso que se crea. Leonel Fernández, haciendo las veces de Balaguer o de Pilatos, o de ambas penas a la vez, está entre los que tienen que responder por lo que se procesa en ese laberinto de la criminalidad, a no ser que rectifique y decida hacer lo institucionalmente le corresponde a un Jefe de Estado en un caso tan delicado como éste.