viernes, 4 de junio de 2010

EL SECRE VUELVE A LA CARGA


QUIEN ES MAS TRUJILLISTA,
LEONEL O ANGELITA?
Por Narciso Isa Conde

Aquí hay gente preocupada por la publicación y las actividades que se han venido realizando alrededor del “libro” de Angelita Trujillo, defendiendo a su padre, el Tirano Trujillo, echando lodo y mintiendo sobre las luchas y los/as luchadores anti-trujillistas.

Fuego al pasquín

Cierto que ese pasquín con formato de libro irrita e indigna, por lo asqueroso y - más aun- por su espuria procedencia.

Toca heridas todavía abiertas.

Arremete contra áreas sensibles de la patria.

Atropella dolores profundos.

Por eso, esta agresión a los sentimientos de nuestro pueblo y a todo lo que significa humanidad, merece ser condenada con energía; procurando no darle cacha a su proliferación y situando el producto como lo que realmente es:

-Una secreción pestilente de seres despreciables.

-Una obra por encargo de baja ralea, firmada por una de las escorias sociales producidas por el tirano a escala familiar.

-Una provocación calculada por mentes perversas carentes de autoridad moral y sin posibilidades de determinar el curso del país.

-Un producto de baja calidad, marginal al trujillismo esencial.

Un trujillismo burdo, rastrero y de bajo calado

En realidad el trujillismo como amenaza política no lo representan Angelita ni los que le escribieron el libro de marra.

Tampoco lo que queda de la familia y de los amigos y colaboradores íntimos del sátrapa que sienten la necesidad y en el “deber” de loarlo públicamente y de defenderlo con tan pobres –y a veces tan ridículos- argumentos.

Eso es pura porquería.

Eso son los excrementos de la base cultural y política de la tiranía que aun perdura.

El trujillismo esencial y peligroso es otro.

El trujillismo influyente está muy por encima de esas expresiones imbéciles, actúa al margen de ellas y es mucho más peligroso y esencial.

Es cultura política con envolturas muy engañosas.

Es autoritarismo en constante reproducción y readaptación.

Es despotismo medular, a veces dosificado, otras no.

Es criminalidad diversa, mutada y camuflajeada para empalmar con los nuevos tiempos.

Es caudillismo simulado en liderazgos vendidos como modernos y post-modernos, notablemente camaleónicos.

Es neo-caudillismo disfrazado de democracia y elecciones.

Es el nuevo “culto a la personalidad” al denominado “activo principal” del sistema político o del partido de gobierno, hablando en lenguaje neo-liberalizado

Es lambonismo o limpia-saquismo desplegado ante el líder “dadivoso”, hablando en términos más vulgares.

Es clientelismo altamente centralizado y personalizado.

Es reeleccionismo recurrente, a nombre de una supuesta “necesidad nacional” y del supuesto carácter “imprescindible” de determinando dirigente, volcando a su favor la maquinaria y los recursos del Estado y del partido.

Trujillismo, neo-trujillismo, fue el balaguerismo de los doce y los diez años, en cada periodo ajustado a esas circunstancias.

Trujillismo, neo-trujillismo, fue la manera de Hipólito gobernar: decidiéndolo todo, la estatua del “caballo alado” (a lo Pegazo) en su honor, sus jefes militares declarándolo insustituible y aupando su reelección, sus acólitos corruptos en tesitura similar. Fue su aberrante intento de reelegirse haciendo un uso abusivo del poder, aun en condiciones muy adversa.

Trujillismo, neo-trujillismo, es el simbolizado por Leonel cuando anunció su re-postulación en la Feria Ganadera, recurriendo incluso a la posadera de la paloma de la paz.

Trujillista es la forma como Miguel Vargas Maldonado ha dirigido el PRD.

El trujillismo de Leonel

Pero Trujillismo en grande es lo que están haciendo Leonel y los suyos.

La “señal del líder” y lo que “mande el líder”.

El manejo del “programa solidaridad” con fines clientelistas y las “botellas” en demasía.

Los repartos de cajas, de sobres con dinero, de electrodomésticos y de cargos y favores públicos con fines de adhesión personal y campaña electoral.

La publicidad impregnada de elogios a su persona.

El súper presupuesto de la Presidencia y su uso antojadizo.

Las asignaciones multimillonaria al Despacho e la Primera Dama y a sus programas clientelistas.

Los grandes retratos del líder en todas las oficinas públicas y el lenguaje “cobero” de sus subalternos.

Las constantes genuflexiones de los jefes militares y policiales y de sus seguidores políticos.

Las movilizaciones masivas y felicitaciones de sus alabarderos a sus llegadas al aeropuerto.

Los repartos de juguetes los días de los “Santos Reyes” y las entregas de regalos a las madres en su día. Los saludos de “año nuevo” al Presidente y las felicitaciones y regalos en sus cumpleaños.

El nepotismo familiar.

El uso de jefecitos policiales matones con poses de Ramfis y Radhamés Trujillo.

El ascenso vertiginoso de su hija asociada a negocios con sus íntimos colaboradores.

Los séquitos abultados y el dispendio descarado en cada uno de sus viajes al exterior.

La aparatosidad de sus traslados por calles y carreteras.

La concentración de decisiones y el uso de dinero y recursos de Estado como si fuera patrimonio particular, violentando leyes e instituciones; siempre en función de su ambición de perpetuarse en el poder y del disfrute del mismo.

La violación de las fronteras entre el Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, Poder Judicial y sistema de información y publicidad en interés de un poder personal agigantado.

El uso de los jefes militares incondicionales a su persona para controlar los negocios derivados de las funciones castrenses y de la protección desde ellas del enriquecimiento ilícito de su claque política y empresarial.

La estrecha y utilitaria relación entre su condición de Presidente de la República, Presidente del Partido de la Liberación Dominicana, Presidente de la Fundación Global y comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

La mezcla de la política de Estado con grandes negocios particulares y la conversión de determinados ministros de gobierno en grandes alcancías del Presidente de la Republica.

La impunidad propia y de los suyos para hacer y deshacer fuera de leyes y normas.


La habilidad de ser trujillista sin decirlo

El trujillismo de Angelita es de pacotilla frente al de Leonel y los leoneles, siempre debidamente dosificado y actualizado.

El trujillismo de Leonel evita escribir o que le escriban libros y artículos alabando al tirano. Evita hablar bien de aquella Era. Es bastante hábil, inteligente y -repito- camaleónico. Ni siquiera Balaguer defendía a Trujillo como lo hacen Angelita y los trujillistas brutos.
Balaguer y Leonel -en forma más rigurosa que otros políticos menos lúcidos y que otros neo-caudillos mediocres- se han cuidado de no defender al tirano, incluso lo han criticado, uno más, otro menos. Balaguer con el cuidado de quien fuera su colaborador y heredero político, y Leonel con el desenfado de la generación que no fue parte de ese pasado.

Leonel no tiene empacho en exaltar las luchas anti-trujillistas, condecorar a sus protagonistas, premiar a sus familiares y venderse como un demócrata liberal a carta cabal. Su problema no es elogiar al tirano, sino imitarlo en todo lo posible sobre el legado ideológico históricamente asentado. Respecto a Balaguer, el propósito de asimilar para sí su herencia orgánica en manos de otros, procedió a exaltar su figura y a hacer suyos no pocos de sus métodos y estilos.

El trujillismo de Leonel es muy de fondo, sin asumir reivindicaciones directas del mismo. Estriba en montarse sobre esa cultura autoritaria-despótica, readecuarla, modernizarla, post-modernizarla en lo formalmente necesario y reproducirla en su persona; aprovechando a la vez toda la impronta individualista que fomenta el neoliberalismo y toda la vulnerabilidad de la llamada democracia representativa y su sistema electoral. Consiste también en asimilar para sí al balaguerismo como expresión neo-trujillista del periodo post-Trujillo. Y eso es mil veces más peligroso que un millón de “libros” de Angelita y de su club de canallas.

Dirigir los cañonazos

Yo le recomendaría a todos los luchadores/as antitrujillistas y a todo nuestro pueblo, que sin dejar de decirle a Angelita lo que hay que decirle, centremos el ataque fundamental al trujillismo enfrentando la manera como los neo-caudillos políticos -y en especial Leonel Fernández- procuran reproducir, reciclar y perpetuar de por vida su poder personal, montándolo sobre la prolongación de los anti-valores de una tiranía que no fue arrancada de raíz y sobre este narco-capitalismo, este lumpen-capitalismo, esta partidocracia usurpadora del sufragio y este empresariado mafioso funcionales a ellos y reproductores de sus esencias.

Los cañonazos hay que tirarlo persistentemente en esa dirección, hasta crear desde el pueblo y la sociedad movilizada una nueva democracia (participativa e integral), lo que exige arrancar de raíz la fuerza y la “cultura política” soterrada de una tiranía disfrazada, endulzada, digitalizada, bien vestida y con muchas eses. En el presente, a lo Leonel.

1 de junio del 2010