Un hombre culebro logró meter en su propio estercolero a los borregos que deambulan por el área del Congreso Nacional. Y los enredó en 27 millones de pesos, todos enlodados, pero Peña Guaba con los bolsillos llenos, pues nadie puede creer el cuento que toda esa plata se fue en muñequitas y carritos de 20 pesos.
Es vivo, es un boa. O una boa. No sé, pero él sabe.
Este país perdió la capacidad de asombro, todas las cosas que vemos a diario son para espantarse y nadie se inmuta.
En cualquier parte del mundo, con lo que aquí ocurre, estuviera medio país encarcelado. Pero aquí no hay cárceles para los corruptos, al contrario aquí ser corrupto es ejemplo de dignidad y respeto, de progreso y de inteligencia.
A quien se le ocurra pasar por un puesto (de cierta importancia) en el gobierno y sale pobre la lengua popular lo tilda de pendejo, bobo y bruto. La lógica dice que debe robar y hacerse de dinero y así se gradúa y pasa al club exclusivo de las personas de cuello blanco y dignas.
Sin embargo eso no fue lo que nos legó Juan Pablo Duarte, quien vivió para servir a su patria. Ese no fue, tampoco, el ejemplo de Don Juan, el profesor Bosch.
Ahí vamos, Peña Guaba.
Ahí va, Don Leonel.
Cabalguen, cabalguen. Un día la cárcel se abrirá, para dos cosas: que salgan los pobres diablos y que ustedes tengan espacios en ellas, hasta para jugar basketboll.