Una Vista camino a Pedernales, nuestro sur profundo. Allí está Bahía de las Aguilas, Pelempito y balnearios lindisímos que debemos visitar. Conocer nuestras maravillas es multiplicar el amor patrio.
Por Alfonso Torres Ulloa
Ilusiones, Penas y Nostalgias
Es el título de un poemario que recoge iguales sentimientos y vivencias del autor. Un hombre oriundo de ese Sur profundo, de Salinas, Barahona. Allí miles de motivos y razones para aferrarse a la poesía, la naturaleza es hermosa.
Quien, desgarrada su alma, agarró el verso para liberar la vida y transitar la rutina cotidiana transformado en día la noche. El poemario es la descarga de una sola angustia.
El autor, Nicolás Rodríguez Ramírez, oriundo de Las Salinas, Barahona, es abogado y oficial de la Policía Nacional; es un joven inquieto y amante de las letras, es de los que cada día echan páginas a la izquierda. Estudió periodismo y locución. Anterior a este título había publicado “Amalgama de amor y desamor”. Ambos textos en versos, marcados por la soledad, la angustia, la ruptura, el desamor.
El autor admite, confiesa sus desgarramientos amorosos y en la inocencia propia del bardo canta y comparte sus cantos, y ese niño que cuelga del juglar muestra en fotografía a color el alma deshilachada sin miramientos, confiado en que los lectores son sus amiguitos y amiguitas de la escuela.
Ahí está la nobleza del vate. Y la proclama sin rubor, como un niño perdido en la cuadra de su casa, y nos dice el autor: “Yo no he conocido el alba, aunque siempre escucho decir que el sol sale para todos”. Es la tristeza que lo inunda, la impotencia.
Nos dice: “Solo sombras iluminan mi vida. Solo sombras en mi claridad veo. Solo sombras”. “Y las gaviotas cantan tristes, mientras posan sus patas, sobre la angustia que me abate”. Nicolás es el Poeta de la Angustia.
El autor flota en ese mar de angustia que lo domina y en el que vive su plenitud, la que es fuente de su creatividad poética y nos dice: “Si pudiera, dibujaría el rostro del viento, con el húmedo pincel de mis lágrimas”... “Si pudiera, no permitiría que llegue el día, hasta que dibuje con mis labios, la noche en tu piel”.
El poeta se angustia y reverdece en sus propios anhelos, es la fuente de su propia sabia y nadie nada puede hacer, es su alma que vive del desgarramiento, por eso su verso canta: “Voy a morir de sed, cuando viva en tus brazos y absorba el veneno de tus labios de muerte”.
“Moriré en el frágil espacio de tu cuerpo, en tu cima carnal, sensual y plena. Viviré muerto de tanto amarte”.
Leer la poesía de Nicolás es encontrarse con uno mismo en esa edad de fuerza e inconsciencia, de bríos y de timidez, de mudez amorosa que todos transitamos entre los 14 y los 17 años. De alguna manera en este poemario estamos reflejados, expresados, vivenciados, solo que todos no somos Nicolás. El decidió confesar su angustia y trabajarla en versos.
Nos confiesa el autor, en ese lenguaje transparente con que hilvana el verso: “Yo, soy lo que he soñado, o soy el alma de la nada”. “Todo y nada, soy lo que soy y no soy nada. Vivo en la comodidad del viento”. “Hoy sé, que soy el todo de la nada y lo único que soy... Soy yo.”
El juglar sabe que los dolores del amor no tienen más remedio que el tiempo, sólo él cicatriza las heridas del amor. Han dicho un clavo saca otro clavo. Falso. Yo que he sido un impenitente del amor sé que el tiempo lo cura todo y nos llena de olvidos y nuevas esperanzas, nuevas ilusiones.
Nicolás, embriagado de la candidez del poeta no tiembla en presentar su desgarradura y nos dice: “No quiero recordar tu engaño, pero llevaste en tu alforja mi vida y dejaste desnudo mi corazón ...” Pero el poeta no deja morir los sentimientos, a pesar del engaño, y dice: “estás en mi sueño como una pesadilla”... “déjame sepultar tu amor”.
Es claro, el vate está atrapado en un mar de angustia. Son esos sentimientos fuertes los que marcan la obra del poeta, en ellos encuentra la inspiración, en medio del dolor, de la zozobra, en medio de la nada es cuando florece la imaginación y rueda y entinta el papel, brota el verso. Es como la flor de loto, surge impecablemente blanca desde el lodo.
Porqué el Poeta de la Angustia? Todos sus versos, en ambos libros, están escritos desde la angustia, la ansiedad e intranquilidad; atravesados por el desasosiego, la zozobra, y expresan la tribulación de su alma; en cada verso no hay más que ansia y desazón. Es una confesión de que vivió a plenitud una etapa maravillosa de la vida, aquella en la que sentimos realmente que el corazón saldrá de nuestro pecho, de fuertes emociones.
Nicolás, ha trabajado sus libros con una sobriedad y una pureza del lenguaje propias del poeta hecho y derecho, de aquél que aún muriendo después de una larga vida literaria reivindica su primera obra como un hijo señero y ejemplar, del que ha vivido orgulloso.
Así que valoro positivamente la lectura del poemario Ilusiones, Penas y Nostalgias, del poeta Nicolás Rodríguez Ramírez.
Y para terminar dejo el último verso del Poeta de la Angustia: “Mientras llovía, la aridez consumió aquella pasión fingida que nos unió. Se despejó el cielo y los rayos del sol quemaron nuestro lecho y vi, una nube de aventuras desaparecer, mientras llovía, no desde el cielo, sino del alma mía”.
El autor, Nicolás Rodríguez Ramírez, oriundo de Las Salinas, Barahona, es abogado y oficial de la Policía Nacional; es un joven inquieto y amante de las letras, es de los que cada día echan páginas a la izquierda. Estudió periodismo y locución. Anterior a este título había publicado “Amalgama de amor y desamor”. Ambos textos en versos, marcados por la soledad, la angustia, la ruptura, el desamor.
El autor admite, confiesa sus desgarramientos amorosos y en la inocencia propia del bardo canta y comparte sus cantos, y ese niño que cuelga del juglar muestra en fotografía a color el alma deshilachada sin miramientos, confiado en que los lectores son sus amiguitos y amiguitas de la escuela.
Ahí está la nobleza del vate. Y la proclama sin rubor, como un niño perdido en la cuadra de su casa, y nos dice el autor: “Yo no he conocido el alba, aunque siempre escucho decir que el sol sale para todos”. Es la tristeza que lo inunda, la impotencia.
Nos dice: “Solo sombras iluminan mi vida. Solo sombras en mi claridad veo. Solo sombras”. “Y las gaviotas cantan tristes, mientras posan sus patas, sobre la angustia que me abate”. Nicolás es el Poeta de la Angustia.
El autor flota en ese mar de angustia que lo domina y en el que vive su plenitud, la que es fuente de su creatividad poética y nos dice: “Si pudiera, dibujaría el rostro del viento, con el húmedo pincel de mis lágrimas”... “Si pudiera, no permitiría que llegue el día, hasta que dibuje con mis labios, la noche en tu piel”.
El poeta se angustia y reverdece en sus propios anhelos, es la fuente de su propia sabia y nadie nada puede hacer, es su alma que vive del desgarramiento, por eso su verso canta: “Voy a morir de sed, cuando viva en tus brazos y absorba el veneno de tus labios de muerte”.
“Moriré en el frágil espacio de tu cuerpo, en tu cima carnal, sensual y plena. Viviré muerto de tanto amarte”.
Leer la poesía de Nicolás es encontrarse con uno mismo en esa edad de fuerza e inconsciencia, de bríos y de timidez, de mudez amorosa que todos transitamos entre los 14 y los 17 años. De alguna manera en este poemario estamos reflejados, expresados, vivenciados, solo que todos no somos Nicolás. El decidió confesar su angustia y trabajarla en versos.
Nos confiesa el autor, en ese lenguaje transparente con que hilvana el verso: “Yo, soy lo que he soñado, o soy el alma de la nada”. “Todo y nada, soy lo que soy y no soy nada. Vivo en la comodidad del viento”. “Hoy sé, que soy el todo de la nada y lo único que soy... Soy yo.”
El juglar sabe que los dolores del amor no tienen más remedio que el tiempo, sólo él cicatriza las heridas del amor. Han dicho un clavo saca otro clavo. Falso. Yo que he sido un impenitente del amor sé que el tiempo lo cura todo y nos llena de olvidos y nuevas esperanzas, nuevas ilusiones.
Nicolás, embriagado de la candidez del poeta no tiembla en presentar su desgarradura y nos dice: “No quiero recordar tu engaño, pero llevaste en tu alforja mi vida y dejaste desnudo mi corazón ...” Pero el poeta no deja morir los sentimientos, a pesar del engaño, y dice: “estás en mi sueño como una pesadilla”... “déjame sepultar tu amor”.
Es claro, el vate está atrapado en un mar de angustia. Son esos sentimientos fuertes los que marcan la obra del poeta, en ellos encuentra la inspiración, en medio del dolor, de la zozobra, en medio de la nada es cuando florece la imaginación y rueda y entinta el papel, brota el verso. Es como la flor de loto, surge impecablemente blanca desde el lodo.
Porqué el Poeta de la Angustia? Todos sus versos, en ambos libros, están escritos desde la angustia, la ansiedad e intranquilidad; atravesados por el desasosiego, la zozobra, y expresan la tribulación de su alma; en cada verso no hay más que ansia y desazón. Es una confesión de que vivió a plenitud una etapa maravillosa de la vida, aquella en la que sentimos realmente que el corazón saldrá de nuestro pecho, de fuertes emociones.
Nicolás, ha trabajado sus libros con una sobriedad y una pureza del lenguaje propias del poeta hecho y derecho, de aquél que aún muriendo después de una larga vida literaria reivindica su primera obra como un hijo señero y ejemplar, del que ha vivido orgulloso.
Así que valoro positivamente la lectura del poemario Ilusiones, Penas y Nostalgias, del poeta Nicolás Rodríguez Ramírez.
Y para terminar dejo el último verso del Poeta de la Angustia: “Mientras llovía, la aridez consumió aquella pasión fingida que nos unió. Se despejó el cielo y los rayos del sol quemaron nuestro lecho y vi, una nube de aventuras desaparecer, mientras llovía, no desde el cielo, sino del alma mía”.
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