jueves, 25 de junio de 2009

HACIA EL PARTIDO DUARTISTA?

Por Alfonso Torres Ulloa

“La política no es una especulación; es la ciencia más pura y la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”. Así pensaba el Patricio, Juan Pablo Duarte.
Hoy que varios grupos de la izquierda dominicana se aprestan a fusionarse y se plantean crear una nueva organización, me animo a reflexionar sobre el partido Duartista y la necesidad de reconstituirlo para cuajar la patria de Duarte, que debe ser libre y soberana, para que sus hijos sean dichosos y felices.

Y esto es importante porque los dominicanos de las nuevas generaciones no conocen los fundamentos políticos del patricio y los políticos que dominan la escena pública hacen del Estado y el Erario Público, cual Santana o Báez, una Vaca de Ordeño.
Duarte inicia en 1832 sus trabajos para la gestación de un Partido Político, estructura que debía organizar las acciones político-militares que dieran al traste con la ocupación de Haití y la creación de una Nación Soberana e Independiente.

Estructurar una institución política con miras al poder y mucho más con la mira puesta en la organización y conducción de una revolución, para constituir una nación (lo cual era el caso) no es tarea fácil. Ese trabajo le llevó a Duarte seis largos años en los que tuvo que reclutar o conquistar a los partidarios, educar, organizar a los mismos para enfrentar un ejército de ocupación que venía de vencer a uno de los ejércitos más fuertes y numeroso que conocía la humanidad en ese momento, el Francés.

No era, por tanto, tarea de niños la que se impuso Duarte, pero el patriotismo lo puede todo en cualquier parte del mundo y en cualquier época y circunstancias.

El 16 de julio de 1838 queda fundado el Partido Duartista, bajo el nombre de La Trinitaria. Con una estructura clandestina y celular, es como si conociera por adelantado lo que 70 años después hizo Lenín en la Rusia Zarista.

Y era La Trinitaria un partido político con todo el rigor que podía exigirse en el momento histórico que le correspondió, pues sus estructuras, el carácter, la organización, la concientización, las tácticas políticas y militares empleadas, el objetivo estratégico, la visión y objetividad de la coyuntura, la capacidad organizativa, en fin todo el talento desplegado y la abnegación para llevar a efecto todo ese trabajo nos dan los elementos necesarios para entender que Duarte tenía claro su proyecto y que estaba construyendo un partido político revolucionario.

Y sus más preclaros partidarios así lo entendieron; por eso cuando Pedro Alejandrino Pina le escribe, desde Curazao el 27 de noviembre del año 1843, enviándoles varias cartas que le llegaron desde Santo Domingo, le dice, entre otras cosas: “Verá usted lo que ha progresado el partido Duartista que recibe vida y movimiento de aquél patriota excelente, del moderado, fiel y valeroso Sánchez, a quien creíamos en la tumba”. Y seguido dice Pina: “Ramón Contreras es un nuevo cabeza de partido, también duartista...”, para luego acotar; “El Partido reinante le espera como General en Jefe para dar principio a ese grande y glorioso movimiento revolucionario que ha de dar la felicidad al pueblo dominicano”.

Pedro Alejandrino Pina fue uno de los hombres más fieles a Duarte, también era de los más lúcidos con que contaba el movimiento trinitario, uno de los más comprometidos, pues él y Juan Isidro Pérez siempre estuvieron al lado del Patricio, en todos los preparativos del partido desde 1832, los trabajos organizativos y conspirativos, sufrieron la persecución encarnizada junto a él y hasta en la cárcel y el destierro.

Rosa Duarte, en sus Apuntes, señala: “Duarte era tan querido, tan estimado de sus conciudadanos, su prestigio era tan ilimitado que los dominicanos creían (y lo demostraban sus hechos) que liberarlo de caer en poder de sus perseguidores era salvar la patria y con ella su feliz porvenir. Así era que él y sus compañeros de infortunios no buscaban donde ocultarse; sus amigos que lo eran entonces todos los que se honraban con pertenecer al partido de los liberales, amantes de su independencia, los buscaban protegiéndoles contra y a despecho de cuantos obstáculos se presentaban, para librarlos de las garras de sus enemigos”.

Duarte fue un revolucionario íntegro, a carta cabal, entregado a tiempo completo a la Santa Causa, a la que dedicó juventud, fortuna, familia, alegría y el derecho natural de todo hombre, constituir familia... de ahí que, llegando desterrado a Venezuela, dos académicos que les son presentados y con los que hace empatía por su inteligencia, buena presencia, carisma y cultura, Manuel López Umeres y el Dr. Montolío, el día 6 de septiembre del 1843, le aconsejan que repase sus conocimientos de derecho para que tome examen y se reciba de doctor en derecho en la Universidad, a lo que Duarte agradece el gesto y la estimación y dice “si bien agradecí no me fue posible aceptar, pues que mi pensamiento, mi alma, yo todo, no me pertenecía; mi carísima Patria absorbía mi mente, llenaba mi corazón y sólo viviría para ella”.

Por eso y para eso fundó el primer partido revolucionario del país, el Partido Duartista, bajo el nombre de la Sociedad Secreta La Trinitaria.

Ese partido debe levantarse hoy en la nación, pues su pensamiento está vigente y su obra inconclusa. Ayer eran los liberales, hoy son los revolucionarios, los democráticos, quienes deben enarbolar la bandera duartista para encender el fuego patrio y volver la nación a los caminos de la dignidad, el decoro, la libertad, la independencia, la soberanía y el derecho a la alegría, al pan y el bienestar de los dominicanos.

No se trata de construir un partido con el nombre de Duarte. Es de asumir su esencia, su práctica y su pensamiento en procura de sus objetivos y a partir de una prédica duartista sincera organizar el torrente de pueblo con una fuerza capaz de barrer con los malos dominicanos.

Las fuerzas conservadoras, con dominio de los poderes del Estado, tienen miedo del nombre revolucionario de Juan Pablo Duarte y no van a permitir que a partir de los símbolos duartianos nos organicemos para reencausar los destinos nacionales.
De ahí que lo esencial es el pensamiento y la honestidad de su asunción. Educando y organizando al pueblo desde múltiples trincheras duartianas. No vayamos a crear ahora una secta duartiana. Hay que avanzar con el criterio de unidad con que invocó el Patricio a los puertoplateños: “Sed Unidos y así apagareis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos y la patria será sana y salva”.

Es ir desde Duarte por la revolución, por la democracia, por la Patria.