sábado, 14 de agosto de 2010

LA UASD RECIBE EL ENCUENTRO NORTE SUR

La Universidad Autónoma de Santo Domingo -UASD- recibe en su Aula Magna el XVII Encuentro Nacional Norte-Sur.
Un encuentro de solidaridad e integración caribeño y latonoamericano por la libertad y la justicia social.
El Padre Moncho, coodinador nacional del espacio de reflexión y acción Norte Sur, conversa con su excelencia el señor Embajador de Cuba en la República Dominicana, Don Juan Astiasarán, momentos antes de quedar inaugurado el encuentro norte sur en el aula Magna de la Universidad.

El Maestro Rafael Nino Feliz, Vicerrector de Extensión de la UASD tuvo la representación oficial de la Academia de altos estudios y como tal pronunció las palabras de bienvenida en el magno evento.
Nino Feliz en su intervención destacó el valor de la solidaridad para la convivencia de la humanidad, para su progreso inclusivo, por el respeto a la naturaleza y para los procesos de liberación de nuestros pueblos.
La solidaridad trasciende a nosotros mismos, sin ella la revolución cubana a lo mejor no habría resistido tantos años de bloqueos e inquinas; por eso sus actores fundamentales han hecho de esa obra la más genuina expresión de la solidaridad. Cuba es solidaria y ella misma es producto de la solidaridad.
El Maestro Nino Feliz destacó, por otra parte, que la Universidad tiene un compromiso ineludible con estos movimientos y con las expresiones sociales y políticas que las sustentan. Esto es consustancial a la Universidad.
Un valor esencial a destacar en este esfuerzo, dijo Nino Feliz, es que se trata de un movimiento autogestionario, solo la voluntad y el sacrificio de los hombres y las mujeres de estas organizaciones hacen posible eventos de esta trascendencia.
Este es un evento realmente trascendente por su diversidad en la participación, la democracia con que opera, la amplia participación de las organizaciones, los ejes temáticos que se abordan y el compromiso de marchar juntos por un mundo mejor que es posible. De igual modo valoró la trascendencia del encuentro celebrado en Barbados, donde se reunió la Asamblea de los Pueblos del Caribe, lo que indica que nuestros pueblos se levantan por un reino de justicia de carne y hueso, pues la libertad debe conquistarse a cualquier precio y los pueblos de nuestro Caribe se levantan, todo el continente está decidido a marchar por nuevas fronteras en las relaciones sociales y económicas.
La UASD tiene un compromiso con la suerte de este pueblo, con la libertad y la soberanía. Ustedes cuenten con la Universidad siempre y la UASD cuenta con ustedes, sin ustedes, que son el pueblo no hay Universidad, marchemos siempre juntos.


De Cuba, José Angel Pérez García, presentó una radiografía de la situación en el Caribe y en Amérca Latina; dejamos lo esencial de su intervención:

AMERICA LATINA. LA CRISIS EN MARCHA.
Contagio, impactos y respuestas desde los pueblos

La crisis mundial
Una gran crisis -la más grave crisis que tuvo lugar desde el decenio de los años 30 del siglo XX
[1] -inédita para el propio sistema capitalista y a la vez pronosticada- caracteriza hoy al mundo y amenaza a la especie humana en el entendido de que hay un sistema de crisis instalado; crisis ambiental, crisis energética, crisis de tierra fértil, crisis alimentaria, crisis hídrica, lo que convierte a la actual crisis en un episodio sincrónico y no sólo una crisis económica.

Tampoco es sólo una crisis ordinaria de superproducción -como las que han caracterizado al capitalismo en su historia- sino una crisis de subproducción -de energía, agua, tierra fértil por ejemplo- que ocurre en la fase senil de ese sistema económico, que a la vez coincide con la fase superior y última del desarrollo capitalista, o sea, el imperialismo.
Esas características hacen de la actual crisis un fenómeno que el capitalismo no enfrentó antes, y por tanto no hay evidencias que esté en capacidad de solucionar o al menos “grenciar” como lo ha hecho frente a las otras crisis ordinarias de ese sistema.
A pesar que entre 2004 y 2007, los informes del Banco Mundial y el FMI sugerían que la economía mundial se había recuperado de la crisis económica que tuvo lugar entre 2000 y 200, y registró una tasa de crecimiento promedio anual por encima de 4,5%, baja inflación promedio anual, bajas tasas de interés, financiamiento fluido, así como una expansión de las exportaciones mundiales del 6%, la coincidencia en el sistema capitalista mundial de un conjunto de problemas -viejos y nuevos, coyunturales y estructurales- introducían cuestionamientos sobre la calidad del crecimiento económico en 2008 y ponían en entredicho las propias estadísticas de ambas instituciones internacionales. Ese ciclo de crecimiento terminó en 2009 cuando la economía mundial cayó -2,2% con graves impactos sociales como por ejemplo una espiral de desempleo (239 millones de trabajadores desempleados en 2009), precariedad del empleo y mas de 1 200 millones de pobres según se constata en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.


Los desequilibrios macroeconómicos de la economía mundial y de la propia economía de Estados Unidos, la explosión de la burbuja especulativa, la crisis de los Instrumentos Derivados Financieros (valores chatarra) en ese país y su expansión hacia Europa, la crisis de los créditos subprime desde mediados de 2007, devenida recesión en el 80% de la economía mundial desde la segunda mitad de 2008, son algunas de las causas estructurales y coyunturales de la crisis que se ha instalado en la economía mundial desde la segunda mitad de ese año.

Otros factores negativos son la combinación de un entorno económico que se ha venido tornando cada vez más adverso, cuyo carácter estructural y de larga data, como la caída de la inversión en el sector real-productivo de la economía mundial (industria, agricultura, ganadería, construcción, servicios vinculados directamente a la producción material, producción de valor de uso y nuevo valor), datan desde el decenio de los años 60 del siglo XX, igual que la caída del producto bruto mundial y de la cuota de ganancia.


La espiral de los precios del petróleo que venía desde 2003, llegó a su punto más alto en julio de 2008 (el barril de petróleo se cotizó en 145 dólares el 11 de julio de ese año) e impactó sensiblemente los precios de los alimentos, encareciendo la vida de todos los países del mundo, en especial los países más vulnerables de la periferia del capitalismo mundial.

Esos factores introdujeron un profundo desequilibrio en la economía mundial y una enorme distancia entre la economía real productiva y la economía financiero especulativa, cuya insostenibilidad y estallido a manera de crisis era sólo cuestión de tiempo.

Los impactos de la crisis en Latinoamérica y el Caribe

La crisis ha impactado severamente en América Latina y el Caribe, debido a la alta conexión y dependencia de la mayor parte de los países latinoamericanos y caribeños respecto a Estados Unidos y la Unión Europea, los dos grandes vórtices de la crisis económica actual y debido a las grandes vulnerabilidades de casi toda la región frente a la crisis energética, la crisis ambiental y la crisis alimentaria ya instalada en el mundo.
Los impactos de la crisis en Latinoamérica y el Caribe tampoco son nuevos, ni inesperados, basta sólo recordar la década perdida del decenio de los años 80 del siglo XX, los otros cinco años pedidos entre 1997 y 2002 producto de la crisis financieras internacionales y ahora de nuevo otra crisis por los impactos de la crisis del patrón bursátil de acumulación.

De manera que, de los últimos treinta años, Latinoamérica y el Caribe han perdido por lo menos 15 años en términos de desarrollo económico y social y los otros quince no los ha podido aprovechar bien por la erosión de recursos naturales y humanos hacia los países desarrollados; en particular EEUU y la UE.

Después de haber registrado una tasa de crecimiento económico de 3,3%
[1], y un comportamiento del PIB per cápita de 1,5%[2], como promedio anual en el decenio de los años 90 -un resultado que fue algo mejor comparado con la década perdida de los años 80-, en el año 2002 el nivel de la actividad económica tuvo un comportamiento negativo y el PIB decreció -0,5%[3], al tiempo que el PIB per cápita registró una caída del 2% en relación con el nivel registrado en 1997[4] y las cuentas externas de las naciones continuaron deteriorándose.

Entre el año 2003 y el año 2008, la economía latinoamericana registró una tasa de crecimiento promedio anual cercana al 5%, cuyo reflejo en el PIB per Cápita fue de 3%
[5], Sin embargo, fue un crecimiento con altos niveles de vulnerabilidad y con un déficit enorme de dimensión social. Ese ciclo terminó en 2008, ya que en 2009, la crisis impactó severamente la economía latinoamericana y caribeña con una caída de -1,7% ([6]).

La inflación, si bien se mantiene controlada en un dígito desde el año 1999 y sólo repuntó en el año 2002 y 2009 (a causa de la espiral de precios de la energía y los alimentos en el caso de 2009), se trata de un resultado muy cuestionado en tanto se sostiene sobre la base de la tasa de desempleo abierto más alta de América Latina desde la postguerra y niveles sin precedentes de precariedad e informalidad del empleo. En el decenio de los años 70, la tasa de desempleo abierto urbano como promedio anual en Latinoamérica fue de 3,8% de la población económicamente activa y en el decenio de los años 80 fue de 3,9%
[7].
Después de dos décadas de políticas neoliberales, la tasa de desempleo abierto urbano promedio anual en la región se duplicó respecto a 1970, siendo estimada en 8,7% de la

población en edad laboral en el año 2006[1], pero con niveles de 10% de desempleo -o más altos- entre 1998 y el año 2004[2].

Según la OIT, desde el decenio de los años 90, de cada 10 nuevos empleos que se ofertan en América Latina, 7 son empleos precarios e informales. La misma fuente calcula que por lo menos 30 millones de trabajadores latinoamericanos tienen ingresos por debajo de un dólar diario, y un 48% de la población en edad de trabajar sobrevive en el sector informal de la economía.

La crisis capitalista mundial destruyó empleos en Latinoamérica y el Caribe, elevando la tasa de desempleo abierto urbano de 2009 hasta 8,3%, después de haber bajado a 7,4% en 2008
.

Los costos sociales de las políticas de ajuste neoliberal en América Latina durante las últimas dos décadas son una prueba evidente de la infuncionalidad de este modelo económico. Entre el 1990 y el año 2004, la pobreza pasó de 197,2 millones
[4] (alrededor del 45 % de la población total de ese momento) a 224 millones de pobres (cifra estimada por la CEPAL) que representan el 42,9% de la población y la indigencia se incrementó de 62 millones de personas (14,2% de la población total), a casi 100 millones que representa el 18,4% de la población del año 2004.

Si bien es cierto, que en el año 2006, la cantidad de personas en situación de pobreza según estimados de la CEPAL fue de 205 millones de latinoamericanos, de los cuales 88 millones clasifican como indigentes, estas cifras siguen evidenciando el fracaso de las políticas neoliberales, ya que fue necesario esperar veintiséis años para igualar el porcentaje de población en la pobreza del año 1980, no para dismunirlo.

Latinoamérica demoró seis años para “sacar de la pobreza” a unos 11 millones de latinoamericanos, sin embargo en los primeros seis meses de 2008 y durante el año 2009, sólo por el impacto combinado de la crisis energética y alimentaria, alrededor de 9 millones de personas engrosaron la pobreza y indigencia y se sumaron a los que ya clasificaban en esa lamentable condición.


Otro gran fracaso de las políticas neoliberales en Latinoamérica y el Caribe se constata en la inequidad, en tanto la diferencia entre el 20% más rico de la población respecto al 20% más pobre es de 19 veces (PNUD), lo que sitúa a nuestra región en al primer lugar mundial en injusticia en términos de distribución del ingreso.

La respuesta de los pueblos frente al escenario permanente de crisis

Los reiterados fracasos para los pueblos de las políticas de desarrollo capitalistas aplicadas en nuestra región desde la postguerra y su favorecimiento a las trasnacionales y las élites burguesas locales, han condicionado la respuesta contestataria de los pueblos, que ha venido ganando en calidad desde la revolución cubana hasta los últimos avances alcanzados en los procesos electorales de El Salvador en 2009. Eso ha convertido a Latinoamérica y el Caribe en la región del mundo que más está cuestionando la hegemonía imperialista en el propio territorio de los dominados.

Se tienen conciencia de que el proceso contestatario de raíz popular que tiene lugar en esa región del mundo en los últimos sesenta años no es homogéneo, pues si bien es pertinente no identificar la alternativa socialista que significa Cuba con los cambios revolucionarios que tienen lugar en Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nicaragua por ejemplo -identificados por los ideólogos del imperialismo como la izquierda irresponsable- ni estos con los procesos sociales que tienen lugar en Brasil, Uruguay, Paraguay o El Salvador, todos demuestran las falencias económicas, sociales, ideológicas y políticas del capitalismo y el neoliberalismo y tributan a la correlación de fuerzas revolucionarias y progresistas en Latinoamérica y el Caribe a pesar de sus diferencias y particularidades.

Un esfuerzo por sistematizar la lucha contra el capitalismo y el neoliberalismo en los últimos seis decenios, podría recoger cuatro momentos más importantes; una etapa caracterizada por el diagnóstico de los costos del modelo que se caracteriza básicamente por textos y discursos en los que los teóricos rebeldes, académicos con proyección crítico-contestataria, algunos líderes sociales, religiosos y unos pocos estadistas alertaron sobre las debilidades y las consecuencias de las políticas neoliberales para los trabajadores y los sectores más desfavorecidos de la población, pero se carecía de las acciones antineoliberales en la calle y no se disponía de una fórmula propositiva.

La otra etapa se caracterizaría por las protestas sociales cada vez más masivas y con una dimensión política más profunda contra el modelo. Sin embargo, al faltarle fundamentación ideológica, organización, adecuada conducción política y una propuesta concreta de cambios, muchas expresiones de las protestas populares son criminalizadas por los gobiernos neoliberales y reprimidas por las instituciones armadas sin consecuencias graves desde el punto de vista político para el sistema.

Una tercera etapa es el acompañamiento de las protestas por niveles cualitativamente crecientes de propuestas de cambios con mayor o menor nivel de elaboración teórica y sostenibilidad política, pero marcando diferencias respecto a las dos anteriores y una cuarta etapa caracterizada por una proyección alternativa que se va construyendo en medio de una enconada lucha de clases.

Se desea instalar la tesis de que no basta con hacer buenos diagnósticos de la crisis del capitalismo y el neoliberalismo para derrotarlo, ni tampoco basta con protestar.
El diagnóstico y la protesta son necesario, pero no suficientes. Si el movimiento popular aspira a antagonizar a uno y otro, tienen que pasar del diagnóstico y la protesta a las propuestas de cambios antisitémicos y a la proyección de alternativas con arreglo al tipo de crisis que caracteriza al capitalismo del siglo XXI, a los problemas globales y regionales del siglo XXI y a las características endógenas -objetivas y subjetivas- de cada escenario de lucha.
De ahí que Cuba sigue enfrascada en la construcción del socialismo, ahora corrigiendo las consecuencias no deseadas de la épica resistencia del período especial, actualizando el modelo económico socialista cubano y trabajando por garantizar a la presente y futuras generaciones de cubanos la sostenibilidad del socialismo.
Venezuela se ha propuesto construir su versión de socialismo bolivariano, para lo cual el balance de diez años de revolución lidereada por Chávez es sumamente importante y va a ser crucial los resultados que alcance el PSUV en las elecciones legislativas (Asamblea Nacional) de septiembre de 2010.
Bolivia introduce cambios importantes en la institucionalidad del estado (refundación del Estado) y en la política económica y social que lidera el presidente Evo Morales con el objetivo de mejorar sensiblemente la calidad de vida del pueblo boliviano y en Ecuador tienen lugar también cambios serios con la particularidad que significa en esos dos últimos países el protagonismo de los pueblos originarios.



Tal es la magnitud de los cambios que tienen lugar en la correlación de fuerzas políticas en Latinoamérica y el Caribe que el imperialismo ha reforzado la reacción contrarrevolucionaria sobre esa área que se expresa en la reactivación de la Cuarta Flota, la instalación de nuevas bases militares (ahora el imperios tiene mas bases militares en esa región que las que disponía en la época de la guerra fría), en especial la ubicación de las esas bases militares en las fronteras con los países del ALBA, la recurrencia a los golpes de estados (caso de Honduras), y los esfuerzos por derechizar gobiernos (casos de Chile, Panamá, Honduras los que se suman a sus acólitos de México, Costas Rica, Perú y el Estado gendarme de Colombia) en la búsqueda desesperada de contener la respuesta contestataria de los pueblos y varios gobiernos progresistas.
ALBA.
El ALBA fue fundada por Cuba y Venezuela el 14 de diciembre de 2001.
En el corto período de tiempo de un quinquenio, el ALBA se transformó en alianza política, económica y social de los gobiernos progresistas y los pueblos latinoamericanos y caribeños, cuenta entre sus miembros plenos con ocho países entre los que se encuentra junto a los fundadores, Bolivia (ingresó en 2006), Nicaragua (ingresó en 2007), la Mancomunidad de Dominica (2008), San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda y Ecuador, que ingresaron en junio de 2009.

Como integración alternativa en el contexto latinoamericano y caribeño ubicado en la tercera frontera de Estados Unidos según el peculiar concepto de seguridad nacional de esa nación, el ALBA envía mensajes no sólo a los pueblos, sino también a las oligarquías y al imperialismo.

A los pueblos de Latinoamérica, el Caribe y el mundo, a los revolucionarios de todas las latitudes el ALBA envía una respuesta contestataria, propositiva y alternativa real, frente al capital, en tanto construye un tipo de integración no articulado por las empresas trasnacionales , el mercado y el comercio, como lo hizo la integración que precedió el ALBA -integración cepalina e integración neoliberal- sino que está trabajando por colocar el desarrollo del ser humano como su objetivo supremo en condiciones adversas, en el entendido que está rodeada de capitalismo agonizante, del neoliberalismo que se consolidó en Latinoamérica en los últimos tres decenios en sus dos dimensiones -modelo económico de acumulación y concepción del mundo- así como bajo las presiones imperialistas que se resiste a aceptar la rebeldía de los dominados en el territorio donde ha ejercido su hegemonía desde el siglo XX.
En tiempo record, y a pesar de los desafíos que está enfrentando y tendrá que resolver en la perspectiva, el ALBA ha alcanzado resultados sociales y económicos que aún son una quimera para los países conectados con el imperialismo via TLC, lo que evidencia la funcionalidad de la alternativa de los pueblos frente a la alternativa del capital.


En términos económicos, comerciales (bienes y servicios), financiero-crediticios, monetarios y científico-tecnológicos se registran también importantes acciones, a pesar de lo mucho que queda por hacer.

El intercambio comercial entre Venezuela y Cuba ya venía creciendo desde el año 2000 cuando se facturaron 912 400 millones de dólares
[1]. A partir de 2005 cuando entra en vigor el ALBA, el comercio bilateral pasó de 2 265 191 millones de dólares a 4 892 548 millones USD en 2008[2] .

El comercio entre Venezuela y Bolivia en los marcos del ALBA se ha expandido gradualmente pasando de 259 millones de dólares en 2006, a 390 millones de dólares en 2007, cayendo en 2008 a 192 millones de dólares producto de los impactos de la crisis económica global en la capacidad de compra de Bolivia
[3]. En 2008 no había entrado en vigor el SUCRE.

El intercambio comercial venezolano-nicaragüense en el contexto del ALBA ha venido creciendo acorde a los objetivos de la integración entre ambos países. A pesar de que el ingreso de Nicaragua al ALBA se concretó en 2007 y de los compromisos de esa nación centroamericana con el CAFTA-DR, el intercambio comercial promedio anual entre esas dos naciones pasó de 124,5 millones de dólares promedio anual entre 1997 y 2006
[4] a poco más de 400 millones de dólares en 2008[5].

A mediados de 2005 se fundó PETROCARIBE, importante respuesta a la crisis energética mundial en La cuenca del Caribe y mas allá de esas fronteras.

En enero de 2008 surgió el Banco del ALBA y un año después entró en vigor el Sistema Único de Compensación Regional Económico (SUCRE), dos de los más importantes ejes de la nueva arquitectura financiera alternativa al FMI y al Banco Mundial y dos emprendimientos cruciales para avanzar hacia el desacople -por el momento gradual- del sistema capitalista y del modelo neoliberal y, al mismo tiempo, dos de los más importantes pívots del reacople alternativo de los pueblos en Latinoamérica y el Caribe.

Un reacople que con arreglo a los desafíos -globales y regionales- del presente siglo creará las condiciones para construir el socialismo en el siglo XXI en las Américas.

Muchas gracias por su atención.