viernes, 25 de enero de 2008

JAIME SABINES Y LA POESIA COLOQUIAL


LOS AMOROSOS ....

Por Alfonso Torres Ulloa

Los Amorosos es un poema simpático, humano, profundo, de gran fuerza lírica, trascendente, de la autoría de Jaime Sabines, quien nació en Chiapas, México, en el año de 1926. Sabines es un poeta de una trascendencia profunda en su país. Poco conocido en el nuestro. Murió hace cuatro años. Publicó una docena de textos poéticos (libros), entre otros: Horal (1950), La Señal (1951), Adán y Eva (1952), Tarumba (1956), Diario Semanario y Poemas en Prosa (1961), Poemas Sueltos (1951-1961), Yuria (1967), Maltiempo (1972).

Un poeta de una claridad en sus textos y de un compromiso en círculo con el amor, convocaba multitudes en sus recitales, un creador de sentimientos y palpitaciones; en la lectura de su obra te llevas al acto, a la premura y te agitas la curvatura como cuando tenías 15 años. Provoca y conmueve. Es desafiante de la ternura.

Su coterráneo Octavio Paz lo consideró “uno de los mejores poetas contemporáneos de nuestra lengua”. Mientras que el Uruguayo, Mario Benedetti, dice “Sabines es sin duda el más notable precursor de la poesía coloquial en América Latina”. Tuvo críticos implacables, pues Sabines era crudo y descarnado, lo cual hizo a propósito ya que entendió que los poetas y la poesía no llegaban a la masa, al pueblo; y entonces él viene a darle “un poco de carne y aire a la poesía”. Y lo logra.

Por eso Benedetti dice “el amor es en Sabines no sólo un sentimiento sino también una herramienta... el poeta juega con el amor casi con la misma fruición con que se entrega al vaivén de las palabras”. Y hace de su propia vida, la poesía; y dice: “Te quiero porque tienes las partes de la mujer / en el lugar preciso / y estás completa. No te falta ni un pétalo, ni un olor, ni una sombra”.

El uso del lenguaje y las imágenes del pueblo te comunican con él, sin llegar a los excesos o la vulgaridad; ese lenguaje llano, comunicativo, descarnado te permiten llegar y quedarte en el seno de las masas. Por supuesto, la poesía no es un pan o un plátano, ha sido y es manjar de elites, delicada ternura del espíritu. Sabines con su estilo y forma pudo llegar a las multitudes. Y a propósito del plátano, escribió: “Me gusta el platanar con su humedad sombría y derribada, con su lecho en que se pudre el sol y con sus hojas golpeadas y tranquilas. Me gusta el platanar cuando llueve porque suena sonoramente, porque se alegra como una bestia bañándose y saltando”.

Dice Benedetti de Sabines lo siguiente: “en su lector busca un interlocutor, la otra cara del diálogo”. Y sigue: “Tal afán comunicativo, tal empeño solidario, establece asimismo una distancia con una personalidad tan invasora como la de Octavio Paz, cuya poesía rigurosa pero inclemente suele seducir con toda legitimidad a otros intelectuales, pero en cambio establece una cautelosa distancia con el lector común”.

En el poema Los Amorosos, Sabines establece su verdad:

“Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Los amorosos buscan, los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan.

Los amorosos andan como locos / porque están solos, solos, solos / entregándose, dándose a cada rato, / llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos viven al día, / no pueden hacer más, / no saben.

Siempre se están yendo, siempre, / hacia alguna parte.

Esperan, / no esperan nada, / pero esperan. Saben que nunca han de encontrar.

El amor es la prórroga perpetua, / siempre el paso siguiente, / el otro, / el otro. Los amorosos son los insaciables, / los que siempre –¡qué bueno!- han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento. / Tienen serpientes en lugar de brazos. / Las venas del cuello se les hinchan / también como serpientes para asfixiarlos. / Los amorosos no pueden dormir / porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la oscuridad abren los ojos / y les cae en ellos el espanto. / Encuentran alacranes bajo la sábana / y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, solos locos, / sin Dios y sin Diablos. / Los amorosos salen de sus cuevas / temblorosos / hambrientos / a cazar fantasmas. / Se ríen de las gentes que lo saben todo, / de las que aman a perpetuidad, / verídicamente, / de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua, / a tatuar el humo, / a no irse. / Juegan el largo, / el triste juego del amor. / Nadie ha de resignarse. / Dicen que nadie ha de resignarse. / Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, / pero vacíos de una a otra costilla, / la muerte les fermenta detrás de los ojos, / y ellos caminan / lloran hasta la madrugada / en que trenes y gallos se despiden dolorosamente. / Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, / a mujeres que duermen con la mano en el sexo, / complacidas, / a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios / una canción no aprendida. / Y se van llorando / llorando la hermosa vida”.

Ese es Sabines, el mismo que escribió: “No hay más. Sólo mujer para alegrarnos, /sólo ojos de mujer para reconfortarnos, / sólo cuerpos desnudos, / territorios en que no se cansa el hombre. / Si no es posible dedicarse a Dios / en la época del crecimiento, / qué darle al corazón afligido sino el círculo de muerte necesaria que es la mujer?

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