lunes, 17 de noviembre de 2008

DOS POEMAS DE RENE DEL RISCO BERMUDEZ


René del Risco Bermúdez, llamado el Cantor de la Guerra Patria de Abril del 65; también vibró en el amor, dejamos a ustedes dos de sus poemas: Eurídice Invencible y Meditación en la guerra. El primero escrito en el año 1961 y el segundo en plena guerra, en 1965. René del Risco además de ser excelente poeta, cuentista, escritor depurado y profundo, publicista, fue un patriota de la mejor estirpe. Todavía no valorado por la Patria en su justa dimensión.

A la patria se le canta, se le abraza, se le defiende, se le entrega la vida y por ella todo. Es que la vida misma no tiene sentido sin patria, pues andar errante por el mundo sin un suelo que le de nombre, sin una identidad, sin unos valores que nos particularicen ante el resto de la humanidad, de los pueblos del mundo, realmente no somos nada.

Si algo importa en el ser humano es el orgullo, la dignidad, la personalidad, los símbolos distintivos, de ahí que la bandera tricolor y el escudo nacional, el merengue, la bachata, el sancocho, el mambá con casabe, etc. sean elementos distintivos de nuestro pueblo y cuando estamos en el exterior y nos encontramos con algo de estos elementos nos sentimos felices, la nostalgia y el pasado, el amor de la patria nos recuerda tantas cosas, que hasta nos recuerda quienes somos y de donde venimos, y a dónde debemos regresar.

“Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor”, sentenció el Padre de la Patria. Por eso estos cantos de René del Risco Bermúdez para los lectores de Poesías y Más....

Eurídice Invencible

Digo amor
y es el tiempo de los pasos cantando
y la invencible alondra que cuidó nuestro invierno.
Digo amor
y de pronto principio a conocerte
inmóvil junto al muro
con tu voz resignada...
Digo amor
y camino buscándote el aliento
con la misma mirada con que escribí tu nombre
al sur de aquella tarde
que, tibio, el mar lamía,
para que tú me dieras tu beso repetido.
Digo amor,
y regresas hacia los pastizales
aromados de lluvias y cercanas violetas;
tu cabeza de niña busca el dormido pecho
donde los días sueñan con tu risa y tu frente.
Digo amor
y hago un alto bajo el cielo que rueda
hacia ti suavemente, como rueda este canto
con que yo te recuerdo imperdonablemente...
Digo amor,
y esta isla tendrá tu nombre:
Eurídice...!

Meditación en la Guerra

Todos lo sabían.
Lo sabía el leñador desde su alba sudorosa.
Lo sabía el albañil ,
el hacedor de libros,
y el pescador...

También lo sabía el viento
cuando traía el agrio olor de los cadáveres,
y la novia que se quedaba sola,
y la Madre con los labios partidos
por el llanto...

Lo sabían también...
Lo sabían todos
sin preguntarse el día,
el sitio de las llamas,
el hogar del polvo y agria brisa.
Hasta los hombres timoratos lo sabían
sin querer repetírselo
hundiéndose en la cama por las noches
para no escuchar el estallido...

Todos lo sabían...
Por miedo, lo sabían.
Por odio, lo sabían.
Por el luto
y la costumbre,
lo sabían...

Todos estaban ciertos...
Vendría un turbio día de paredes calientes;
un día amarillento,
subterráneo,
anegado en aguas extrañas,
y cabezas de musgo endurecido...
Sería un día de largas uñas
y de fuerte madera bajo el brazo.
La misma forma del plomo
la tomaría la luz en las esquinas,
se alejarían las dulces cabelleras queridas
en una niebla de terror...
Nombres que eran para el amor
parecerían palabras enemigas;
y todo caería de repente
en el pozo del miedo,
en un sórdido túnel
con animales que huyen de la muerte...!

Todos estaban ciertos.
Vendría el momento de los dedos retorcidos
como raíces en la tierra.
Vendría el momento de las bocas rotas
contra el cemento y los cristales.
Vendría el momento del corazón crujiendo,
apretándose como un puño,
o una piedra...
Vendría para todos...
Vendría.

Primero fue la voz
y la pisada...
Después, la boca del fusil
y el golpe.
Luego vino la llama,
y fue la risa y la mano
en las cenizas,
el duro cráneo bajo el metal y el ruido
y los quemados pájaros
y la soledad...