OTRA “CONTRA” ARMADA E IMPORTADA
La infección paramilitar colombiana está en marcha
La infección paramilitar colombiana está en marcha
Por Narciso Isa Conde
El para-militarismo y la contrarrevolución armada están en construcción en Venezuela bajo el auspicio del Pentágono, la CIA de EEUU y el MOSSAD de Israel, a través del régimen narco-para-terrorista del Álvaro Uribe.
Las organizaciones narco-paramilitares colombianas, supuestamente desmovilizadas, están suministrando los efectivos necesarios para conformar, desarrollar y desatar las fuerzas de la contra-revolución armada que fundamentalmente persigue erosionar la revolución bolivariana y crear las condiciones que permitan derrotarla políticamente y/o facilitar la intervención militar directa de los EEUU con el pretexto de “aplacar la guerra civil”.
Las siete bases militares estadounidenses establecidas en Colombia tienen un triple propósito: atacar con más poderío e intensidad tecnológica la hasta ahora inderrotable insurgencia interna, complementar la reactivación de la IV Flota estadounidense en el proyectado plan de conquista militar de la Amazonía y revertir la revolución en Venezuela y los cambios avanzados en Ecuador y Bolivia.
El para-militarismo en Venezuela ha sido concebido como avanzada del plan desestabilizador y prólogo de una eventual intervención militar de los EEUU; entendida ésta como segunda fase y segunda opción del programa contra-revolucionario, siempre que se torne necesaria.
Ambas opciones (“contra” armada e intervención directa) forman parte de la contraofensiva imperialista junto a los acuerdos para instalar otras bases militares en Panamá, a los desesperados esfuerzos de continuidad del golpe de estado en Honduras y a la amenaza de golpe de estado en el Paraguay.
El para-militarismo colombiano y su experiencia acumulada.
Uno de los componentes del engendro estatal y para-estatal colombiano es el para-militarismo asociado a los carteles de la droga. El mismo cuenta con veinte y cinco años de experiencia en tráfico de drogas, lavado, contrabando, sicariato, terror, masacres y torturas; exterminio de las bases sociales de las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas; desplazamientos forzados de las poblaciones indígenas, afro-descendiente y campesinas en general; apropiación de tierras mediante métodos cruentos; soborno y cooptación de organizaciones sociales, cooperativas y gremios de transportes, y formación por esas vías de eficaces redes de espionaje.
Buenos armamentos y enormes sumas de dinero procedentes del narco-tráfico y de otras actividades delictivas, nutren esas unidades para-militares estrechamente articuladas a las fuerzas militares y policiales regulares y al sistema político-institucional de Colombia.
Exportación del producto por decisión imperial.
Su alta capacidad de reproducción ha alentado la idea de su exportación a otros países, como importante componente de los planes contra-revolucionarios (de factura oligárquica, imperialistas y mafiosa), allí donde los EEUU y las clases dominantes tradicionales han perdido parcial o totalmente el control de estados y/o gobiernos.
Esa posibilidad - junto a los sesenta años de experiencia en guerra sucia y a la capacidad expansionista del narco-capital acumulado- ha determinado que a Colombia, en su condición de país intervenido y tutelado por un imperialismo pentagonizado, se le esté asignando de más en más en esta región un rol parecido al de Israel en el Medio Oriente.
En Ecuador hay demasiada señales de esa infiltración contaminante, amén de haber sido victima de una agresión directa en la lógica uribista de extender su política persecutoria más allá de sus fronteras.
En República Dominicana y en toda la isla que compartimos con Haití, bajo la dirección del general Montoya (desde su cargo de embajador colombiano en nuestro país y con la anuencia del gobierno dominicano de Leonel Fernández), están en marcha agresivas políticas de expansión de ese estado narco-para-terrorista bajo tutela norteamericana.
En Venezuela, país con una larga frontera común con Colombia y una inmigración colombiana que ronda los cinco millones de personas, va en serio y está marcha el propósito de construir una fuerza contrarrevolucionaria armada a partir del para-militarismo colombiano, diseñada como factor llamado a provocar una gran descomposición política y social al interior de ese país.
Los avances del para-militarismo colombiano en Venezuela.
El narco-para-militarismo colombiano ya tiene fuerte presencia en los Estados venezolanos fronterizos con Colombia: Zulia, Táchira, Apure y Barinas.
En los casos de Zulia y Táchira tiene el control de las gobernaciones y muchas alcaldías de derecha. En Apure y Barinas avanza la contaminación de alcaldías y otras instituciones estaduales.
En esas zonas su infiltración incluye el soborno de una parte de las autoridades civiles y militares bolivarianas.
De esa manera controlan el tráfico y lavado de drogas y dinero, cobran cuotas por la protección a comerciantes que ellos mismos amenazan, controlan el contrabando de combustibles y alimentos hacia Colombia, controlan sindicatos de taxistas y transporte interurbano de carga y pasajeros, compran latifundios, se asocian a capitales locales, se alían y/o financian politiqueros venezolanos y montan empresas propias.
La presencia del para-militarismo colombiano en Venezuela ya es prácticamente nacional, incluyendo implantaciones fuertes en Caracas (especialmente en el populoso sector de Petare).
Al crecimiento en Caracas se le suma una fuerte expansión en Sucre, Delta Amacuro y en la región amazónica.
Como fenómeno no solo militar-criminal, sino también económico, social, cultural…infecta con sus anti-valores muchos espacios, genera amplios redes sociales a su servicio, penetra los buhoneros y una parte del resto de la llamada “economía informal”, promueve la piratería de todo tipo… haciendo que todo esto refuerce también su labor de espionaje, control territorial y planes de subversión política.
Incluye en su repertorio la promoción en videos y canciones de sus inconductas y “valores”, contaminado la conciencia social.
El para-militarismo y la contrarrevolución armada están en construcción en Venezuela bajo el auspicio del Pentágono, la CIA de EEUU y el MOSSAD de Israel, a través del régimen narco-para-terrorista del Álvaro Uribe.
Las organizaciones narco-paramilitares colombianas, supuestamente desmovilizadas, están suministrando los efectivos necesarios para conformar, desarrollar y desatar las fuerzas de la contra-revolución armada que fundamentalmente persigue erosionar la revolución bolivariana y crear las condiciones que permitan derrotarla políticamente y/o facilitar la intervención militar directa de los EEUU con el pretexto de “aplacar la guerra civil”.
Las siete bases militares estadounidenses establecidas en Colombia tienen un triple propósito: atacar con más poderío e intensidad tecnológica la hasta ahora inderrotable insurgencia interna, complementar la reactivación de la IV Flota estadounidense en el proyectado plan de conquista militar de la Amazonía y revertir la revolución en Venezuela y los cambios avanzados en Ecuador y Bolivia.
El para-militarismo en Venezuela ha sido concebido como avanzada del plan desestabilizador y prólogo de una eventual intervención militar de los EEUU; entendida ésta como segunda fase y segunda opción del programa contra-revolucionario, siempre que se torne necesaria.
Ambas opciones (“contra” armada e intervención directa) forman parte de la contraofensiva imperialista junto a los acuerdos para instalar otras bases militares en Panamá, a los desesperados esfuerzos de continuidad del golpe de estado en Honduras y a la amenaza de golpe de estado en el Paraguay.
El para-militarismo colombiano y su experiencia acumulada.
Uno de los componentes del engendro estatal y para-estatal colombiano es el para-militarismo asociado a los carteles de la droga. El mismo cuenta con veinte y cinco años de experiencia en tráfico de drogas, lavado, contrabando, sicariato, terror, masacres y torturas; exterminio de las bases sociales de las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas; desplazamientos forzados de las poblaciones indígenas, afro-descendiente y campesinas en general; apropiación de tierras mediante métodos cruentos; soborno y cooptación de organizaciones sociales, cooperativas y gremios de transportes, y formación por esas vías de eficaces redes de espionaje.
Buenos armamentos y enormes sumas de dinero procedentes del narco-tráfico y de otras actividades delictivas, nutren esas unidades para-militares estrechamente articuladas a las fuerzas militares y policiales regulares y al sistema político-institucional de Colombia.
Exportación del producto por decisión imperial.
Su alta capacidad de reproducción ha alentado la idea de su exportación a otros países, como importante componente de los planes contra-revolucionarios (de factura oligárquica, imperialistas y mafiosa), allí donde los EEUU y las clases dominantes tradicionales han perdido parcial o totalmente el control de estados y/o gobiernos.
Esa posibilidad - junto a los sesenta años de experiencia en guerra sucia y a la capacidad expansionista del narco-capital acumulado- ha determinado que a Colombia, en su condición de país intervenido y tutelado por un imperialismo pentagonizado, se le esté asignando de más en más en esta región un rol parecido al de Israel en el Medio Oriente.
En Ecuador hay demasiada señales de esa infiltración contaminante, amén de haber sido victima de una agresión directa en la lógica uribista de extender su política persecutoria más allá de sus fronteras.
En República Dominicana y en toda la isla que compartimos con Haití, bajo la dirección del general Montoya (desde su cargo de embajador colombiano en nuestro país y con la anuencia del gobierno dominicano de Leonel Fernández), están en marcha agresivas políticas de expansión de ese estado narco-para-terrorista bajo tutela norteamericana.
En Venezuela, país con una larga frontera común con Colombia y una inmigración colombiana que ronda los cinco millones de personas, va en serio y está marcha el propósito de construir una fuerza contrarrevolucionaria armada a partir del para-militarismo colombiano, diseñada como factor llamado a provocar una gran descomposición política y social al interior de ese país.
Los avances del para-militarismo colombiano en Venezuela.
El narco-para-militarismo colombiano ya tiene fuerte presencia en los Estados venezolanos fronterizos con Colombia: Zulia, Táchira, Apure y Barinas.
En los casos de Zulia y Táchira tiene el control de las gobernaciones y muchas alcaldías de derecha. En Apure y Barinas avanza la contaminación de alcaldías y otras instituciones estaduales.
En esas zonas su infiltración incluye el soborno de una parte de las autoridades civiles y militares bolivarianas.
De esa manera controlan el tráfico y lavado de drogas y dinero, cobran cuotas por la protección a comerciantes que ellos mismos amenazan, controlan el contrabando de combustibles y alimentos hacia Colombia, controlan sindicatos de taxistas y transporte interurbano de carga y pasajeros, compran latifundios, se asocian a capitales locales, se alían y/o financian politiqueros venezolanos y montan empresas propias.
La presencia del para-militarismo colombiano en Venezuela ya es prácticamente nacional, incluyendo implantaciones fuertes en Caracas (especialmente en el populoso sector de Petare).
Al crecimiento en Caracas se le suma una fuerte expansión en Sucre, Delta Amacuro y en la región amazónica.
Como fenómeno no solo militar-criminal, sino también económico, social, cultural…infecta con sus anti-valores muchos espacios, genera amplios redes sociales a su servicio, penetra los buhoneros y una parte del resto de la llamada “economía informal”, promueve la piratería de todo tipo… haciendo que todo esto refuerce también su labor de espionaje, control territorial y planes de subversión política.
Incluye en su repertorio la promoción en videos y canciones de sus inconductas y “valores”, contaminado la conciencia social.
Dos zonas estratégicas para la posible guerra de desgaste.
Una es la Cordillera de los Andes convertida en un largo corredor para transportar combatientes, armas y drogas hacia las ciudades y zonas industriales de Venezuela.
Este “corredor andino” facilita un eventual control de la zona petrolera de Zulia y permite un fácil acceso a los llanos de ese país.
La fuerte presencia del para-militarismo y la significativa implantación de la derecha venezolana en esa región petrolera podrían eventualmente servir en especial a los planes separatistas de la oligarquía de esa rica zona bajo estímulos de los EEUU y del Estado colombiano, concebidos para desgarrar la unidad territorial de ese país hermano y crear una especie de “república independiente” al servicio de la contrarrevolución.
Otra zona estratégica es el Delta Amacuro, con características muy parecidas a la de la Costa Atlántica de Nicaragua y difícil de penetrar por un ejército regular; un área muy próxima a Trinidad-Tobago, con magnìficas condiciones para el abastecimiento desde el exterior por vía marítima y para la expansión por vía fluvial hacia la segunda zona de mayor importancia industrial de Venezuela, la zona de sus industrias básicas: el Estado Bolívar.
Ambas zonas están muy distantes, en los extremos oriental y occidental del país, lo que en caso de toma para-militar de esas zonas plantearía serios problemas logísticos y de desplazamiento a las Fuerzas Armadas Bolivarianas.
A esto se agregan informaciones del desplazamiento de un contingente paramilitar de más de mil efectivos desde Colombia a Guyana (país limítrofe con Venezuela), financiado por el “Zar de las Esmeraldas” y artífice de la derrota militar del cartel de Medellín de Pablo Escobar, el capo Víctor Carranza, apuntando su accionar hacia una mayor infiltración del occidente venezolano.
La expansión implica auge del contrabando, de los secuestros, del sicariato, de las extorsiones, del lavado, la compra de fincas y otras propiedades y de las operaciones de “limpieza social” a nombre de la lucha contra la delincuencia desde su propia delincuencia (destinadas a ganar apoyo en barrios populares y comunidades).
Ambas zonas estratégicas pueden operar en pinza hacia el centro del país y muy especialmente hacia Caracas y Miranda, dada la enorme importancia política de sus municipios y concentraciones urbanas.
Además poderosas familias latifundistas e importantes grupos económicos venezolanos están cada vez más articulados al para-militarismo, que hace las veces de brazo armado de sus intereses y propósitos políticos en sus respectivos territorios.
El narco actúa también como fuerza expansiva de la corrupción que corroe áreas sensibles del Estado, incluyendo componentes de sus fuerzas militares y policiales. Igual opera sobre algunos Consejos Comunales y otros órganos del poder popular, penetrándolo e infectándolo.
Existe una relación proporcional entre la influencia narco-paramilitar y la pérdida de base política de la Revolución Bolivariana; lo que obliga a enfrentar en forma más eficaz y consistente, desde las bases populares y desde el liderazgo político y gubernamental, este fenómeno pernicioso.
El sentido de la guerra de la “contra” para-militar fundida con la derecha venezolana.
El para-militarismo –repetimos- está en fase de penetración, creación de bases económicas, construcción orgánica, reclutamiento, alianzas, expansión y preparación de la guerra contrarrevolucionaria.
Su accionar militar es todavía de bajo perfil: secuestros menores y mayores, control militar de zonas, “limpiezas sociales”, represiones a comunidades campesinas e indígenas, asesinatos de líderes sociales y políticos del proceso…
Desatar la guerra civil está en el Norte próximo de su dinámica, no con pretensiones de alcanzar la victoria militar, sino como guerra de desgaste capaz de crear las condiciones para el avance de la derecha por la vía electoral combinada con disturbios socio-políticos que posibiliten el viraje político contrarrevolucionario o las condiciones propias para la intervención directa estadounidense-colombiana.
Venezuela: en el centro de la confrontación revolución-contrarrevolución y reformas avanzadas-contrarreformas
Si el proceso venezolano le devolvió actualidad y le dio dinámica expansiva a la revolución continental EEUU, es explicable que las fuerzas de la contrarrevolución estén tan convencidas de la importancia crucial de imponer el retroceso en ese país hermano por todas las vías a su alcance.
Se trata de una pelea dura y trascendente para el pueblo venezolano y los pueblos de nuestra América.
El plan de la “contra” para-militar y las perspectivas de intervención militar estadounidense convoca por tanto a profundizar la revolución en Venezuela, a quitarle poder económico y base socio-política a la gran burguesía, a las corporaciones extranjeras y a las mafias empresariales, a socializar en gran escala.
Convoca a limpiar su Estado y órganos de poder de la contaminación narco-paraco y de otras variantes de corrupción que los debilitan.
Convoca a movilizar y armar al pueblo para junto a las fuerzas armadas regulares y las reservas militares estar en capacidad – si no queda otra opción- de desplegar la “guerra de todo el pueblo” o, en mejor situación, de al tiempo de debilitar su implantación, disuadir a la “contra” y al imperialismo de esa riesgosa empresa militar después de evidenciadas sus incapacidades para vencer la resistencia desde una guerra irregular de carácter popular a la luz de la experiencia histórica mundial y de lo que hoy acontece específicamente en Irak, Afganistán y Pakistán.
Solo así podría evitarse la guerra, acorralar la “contra armada” en formación, erosionar sus bases de apoyo, acosar y desmantelar el para-militarismo, aislar política y socialmente “la contra” y disuadir a los enemigos de la revolución de sus planes de guerra e intervención.
Llamar a los pueblos de nuestra América, en esa misma dirección, a aislar el engendro colombiano y a apoyar las fuerzas internas capaces de derrotar el uribismo y de desatar un amplio movimiento por el desmantelamiento de las bases gringas, es hoy una alta prioridad del movimiento revolucionario continental junto a la solidaridad con el pueblo hondureño y la denuncia de la amenaza de golpe en Paraguay. Esto exige superar los prejuicios inducidos por el enemigo contra las FARC y demás fuerzas insurgentes para fortalecer la convergencia interna de la diversidad revolucionaria y progresista y ampliar la solidaridad internacional.
Llamar a volcar las fuerzas revolucionarias y progresistas de nuestra América en defensa de la revolución bolivariana, contra el régimen narco-para-terrorista de Uribe y contra los planes de guerra de EEUU, es realmente imperioso.
Considerar el régimen colombiano como un peligroso engendro al servicio de la guerra imperialista, reconocer a la insurgencia como “fuerza beligerante” y sostener con vigor la propuesta de paz por una nueva Colombia y un continente libre de bases y fuerzas militares estadounidenses, son posicionamientos importantes para avanzar en dirección a derrotar las diferentes fases del agresivo plan imperial colombo-gringo.
Señales alentadoras.
La unidad y la movilización de los pueblos y gobiernos avanzados es cada vez más necesaria.
No basta la acción de gobiernos revolucionarios y progresistas condicionados por los intereses de Estado y las normas diplomáticas, todos los cuales ahora deberían endurecer –y tienen más fundamento para hacerlo- su reacción contra el entreguismo y el bandidaje del actual gobierno colombiano.
Es necesario alentar las diversas respuestas concomitantes desde los pueblos. Y esa idea se está abriendo camino, no sin sensibles retrasos e incomprensiones heredadas de erróneas lecturas de corte reformista y pro-estatistas del proceso continental.
Alienta el crecimiento de la conciencia colectiva en Venezuela sobre estos temas, todavía pendiente de una mayor profundización y de una respuesta más contundente y coherenciada.
Alientan las recientes advertencias del comandante Chávez sobre las ineficiencias en la gestión gubernamental y el mal de la corrupción estatal.
Alienta el crecimiento de la necesidad de una respuesta desde la concepción de la “guerra asimétrica”, impensable sin la incorporación del pueblo venezolano a las tareas de defensa de su patria y sin contemplar una relación de cooperación con la FARC-EP y con toda la potencialidad insurgente del pueblo colombiano (con armas y sin armas). Impensable sin incorporar con fuerza la continentalización de la respuesta a esta contra-ofensiva imperialista hasta hacer realidad el nuevo Ayacucho.
Alienta que desde el gobierno revolucionario venezolano, desde el impactante liderazgo del comandante Chávez, se esté interiorizando a plena conciencia el rol agresivo del régimen de Uribe tutelado por Washington y los riegos actuales derivados de su sumisión y perversidad; todo esto desde una línea beligerante que puede contribuir a un mayor conocimiento y grado de impugnación nacional e internacional de la contra-ofensiva imperialista y del plan de la “contra” armada de origen para-militar.
Está en juego todo lo conquistado y todo lo posible de conquistar en esta oleada de cambio alimentada sobre todo por la persistente insumisión de nuestros pueblos. Llegamos a la “hora de los hornos”. No hay tiempo que perder ni lugar para las vacilaciones e inhibiciones que faciliten los planes imperiales en Venezuela y más allá.
Una es la Cordillera de los Andes convertida en un largo corredor para transportar combatientes, armas y drogas hacia las ciudades y zonas industriales de Venezuela.
Este “corredor andino” facilita un eventual control de la zona petrolera de Zulia y permite un fácil acceso a los llanos de ese país.
La fuerte presencia del para-militarismo y la significativa implantación de la derecha venezolana en esa región petrolera podrían eventualmente servir en especial a los planes separatistas de la oligarquía de esa rica zona bajo estímulos de los EEUU y del Estado colombiano, concebidos para desgarrar la unidad territorial de ese país hermano y crear una especie de “república independiente” al servicio de la contrarrevolución.
Otra zona estratégica es el Delta Amacuro, con características muy parecidas a la de la Costa Atlántica de Nicaragua y difícil de penetrar por un ejército regular; un área muy próxima a Trinidad-Tobago, con magnìficas condiciones para el abastecimiento desde el exterior por vía marítima y para la expansión por vía fluvial hacia la segunda zona de mayor importancia industrial de Venezuela, la zona de sus industrias básicas: el Estado Bolívar.
Ambas zonas están muy distantes, en los extremos oriental y occidental del país, lo que en caso de toma para-militar de esas zonas plantearía serios problemas logísticos y de desplazamiento a las Fuerzas Armadas Bolivarianas.
A esto se agregan informaciones del desplazamiento de un contingente paramilitar de más de mil efectivos desde Colombia a Guyana (país limítrofe con Venezuela), financiado por el “Zar de las Esmeraldas” y artífice de la derrota militar del cartel de Medellín de Pablo Escobar, el capo Víctor Carranza, apuntando su accionar hacia una mayor infiltración del occidente venezolano.
La expansión implica auge del contrabando, de los secuestros, del sicariato, de las extorsiones, del lavado, la compra de fincas y otras propiedades y de las operaciones de “limpieza social” a nombre de la lucha contra la delincuencia desde su propia delincuencia (destinadas a ganar apoyo en barrios populares y comunidades).
Ambas zonas estratégicas pueden operar en pinza hacia el centro del país y muy especialmente hacia Caracas y Miranda, dada la enorme importancia política de sus municipios y concentraciones urbanas.
Además poderosas familias latifundistas e importantes grupos económicos venezolanos están cada vez más articulados al para-militarismo, que hace las veces de brazo armado de sus intereses y propósitos políticos en sus respectivos territorios.
El narco actúa también como fuerza expansiva de la corrupción que corroe áreas sensibles del Estado, incluyendo componentes de sus fuerzas militares y policiales. Igual opera sobre algunos Consejos Comunales y otros órganos del poder popular, penetrándolo e infectándolo.
Existe una relación proporcional entre la influencia narco-paramilitar y la pérdida de base política de la Revolución Bolivariana; lo que obliga a enfrentar en forma más eficaz y consistente, desde las bases populares y desde el liderazgo político y gubernamental, este fenómeno pernicioso.
El sentido de la guerra de la “contra” para-militar fundida con la derecha venezolana.
El para-militarismo –repetimos- está en fase de penetración, creación de bases económicas, construcción orgánica, reclutamiento, alianzas, expansión y preparación de la guerra contrarrevolucionaria.
Su accionar militar es todavía de bajo perfil: secuestros menores y mayores, control militar de zonas, “limpiezas sociales”, represiones a comunidades campesinas e indígenas, asesinatos de líderes sociales y políticos del proceso…
Desatar la guerra civil está en el Norte próximo de su dinámica, no con pretensiones de alcanzar la victoria militar, sino como guerra de desgaste capaz de crear las condiciones para el avance de la derecha por la vía electoral combinada con disturbios socio-políticos que posibiliten el viraje político contrarrevolucionario o las condiciones propias para la intervención directa estadounidense-colombiana.
Venezuela: en el centro de la confrontación revolución-contrarrevolución y reformas avanzadas-contrarreformas
Si el proceso venezolano le devolvió actualidad y le dio dinámica expansiva a la revolución continental EEUU, es explicable que las fuerzas de la contrarrevolución estén tan convencidas de la importancia crucial de imponer el retroceso en ese país hermano por todas las vías a su alcance.
Se trata de una pelea dura y trascendente para el pueblo venezolano y los pueblos de nuestra América.
El plan de la “contra” para-militar y las perspectivas de intervención militar estadounidense convoca por tanto a profundizar la revolución en Venezuela, a quitarle poder económico y base socio-política a la gran burguesía, a las corporaciones extranjeras y a las mafias empresariales, a socializar en gran escala.
Convoca a limpiar su Estado y órganos de poder de la contaminación narco-paraco y de otras variantes de corrupción que los debilitan.
Convoca a movilizar y armar al pueblo para junto a las fuerzas armadas regulares y las reservas militares estar en capacidad – si no queda otra opción- de desplegar la “guerra de todo el pueblo” o, en mejor situación, de al tiempo de debilitar su implantación, disuadir a la “contra” y al imperialismo de esa riesgosa empresa militar después de evidenciadas sus incapacidades para vencer la resistencia desde una guerra irregular de carácter popular a la luz de la experiencia histórica mundial y de lo que hoy acontece específicamente en Irak, Afganistán y Pakistán.
Solo así podría evitarse la guerra, acorralar la “contra armada” en formación, erosionar sus bases de apoyo, acosar y desmantelar el para-militarismo, aislar política y socialmente “la contra” y disuadir a los enemigos de la revolución de sus planes de guerra e intervención.
Llamar a los pueblos de nuestra América, en esa misma dirección, a aislar el engendro colombiano y a apoyar las fuerzas internas capaces de derrotar el uribismo y de desatar un amplio movimiento por el desmantelamiento de las bases gringas, es hoy una alta prioridad del movimiento revolucionario continental junto a la solidaridad con el pueblo hondureño y la denuncia de la amenaza de golpe en Paraguay. Esto exige superar los prejuicios inducidos por el enemigo contra las FARC y demás fuerzas insurgentes para fortalecer la convergencia interna de la diversidad revolucionaria y progresista y ampliar la solidaridad internacional.
Llamar a volcar las fuerzas revolucionarias y progresistas de nuestra América en defensa de la revolución bolivariana, contra el régimen narco-para-terrorista de Uribe y contra los planes de guerra de EEUU, es realmente imperioso.
Considerar el régimen colombiano como un peligroso engendro al servicio de la guerra imperialista, reconocer a la insurgencia como “fuerza beligerante” y sostener con vigor la propuesta de paz por una nueva Colombia y un continente libre de bases y fuerzas militares estadounidenses, son posicionamientos importantes para avanzar en dirección a derrotar las diferentes fases del agresivo plan imperial colombo-gringo.
Señales alentadoras.
La unidad y la movilización de los pueblos y gobiernos avanzados es cada vez más necesaria.
No basta la acción de gobiernos revolucionarios y progresistas condicionados por los intereses de Estado y las normas diplomáticas, todos los cuales ahora deberían endurecer –y tienen más fundamento para hacerlo- su reacción contra el entreguismo y el bandidaje del actual gobierno colombiano.
Es necesario alentar las diversas respuestas concomitantes desde los pueblos. Y esa idea se está abriendo camino, no sin sensibles retrasos e incomprensiones heredadas de erróneas lecturas de corte reformista y pro-estatistas del proceso continental.
Alienta el crecimiento de la conciencia colectiva en Venezuela sobre estos temas, todavía pendiente de una mayor profundización y de una respuesta más contundente y coherenciada.
Alientan las recientes advertencias del comandante Chávez sobre las ineficiencias en la gestión gubernamental y el mal de la corrupción estatal.
Alienta el crecimiento de la necesidad de una respuesta desde la concepción de la “guerra asimétrica”, impensable sin la incorporación del pueblo venezolano a las tareas de defensa de su patria y sin contemplar una relación de cooperación con la FARC-EP y con toda la potencialidad insurgente del pueblo colombiano (con armas y sin armas). Impensable sin incorporar con fuerza la continentalización de la respuesta a esta contra-ofensiva imperialista hasta hacer realidad el nuevo Ayacucho.
Alienta que desde el gobierno revolucionario venezolano, desde el impactante liderazgo del comandante Chávez, se esté interiorizando a plena conciencia el rol agresivo del régimen de Uribe tutelado por Washington y los riegos actuales derivados de su sumisión y perversidad; todo esto desde una línea beligerante que puede contribuir a un mayor conocimiento y grado de impugnación nacional e internacional de la contra-ofensiva imperialista y del plan de la “contra” armada de origen para-militar.
Está en juego todo lo conquistado y todo lo posible de conquistar en esta oleada de cambio alimentada sobre todo por la persistente insumisión de nuestros pueblos. Llegamos a la “hora de los hornos”. No hay tiempo que perder ni lugar para las vacilaciones e inhibiciones que faciliten los planes imperiales en Venezuela y más allá.
(13 de noviembre 2009, Santo Domingo).