DESDE CABRERA EL PUEBLO CONVOCA AL PUEBLO
La Historia se hace a mano y sin permiso (Silvio Rodríguez)
Luis Carvajal
Siempre he rechazado el nacionalismo patriotero que sacraliza los símbolos mientras profana a las gentes, al patrimonio y a la naturaleza.
Bandera, himno y héroes como bisutería de ocasión en escenarios donde presidentes y legisladores rememoran batallas y gestas; rectores y generales repiten solemnes los nombres de héroes y mártires y nos convocan a imitarlos; empresarios y secretarios de Estado invitan a engrandecer la República y colocarla en el pedestal que se merece en el coro de las naciones; obispos y jueces recuerdan los valores morales en los que se sustenta la patria.
“Que linda en el tope estás….”.- acartonada y blasfema, la voz del locutor invoca el emblema nacional antes de presentar a oradores que minutos después van a recibir los saludos de compradores y vendedores de la patria vindicada en los discursos.
Alérgico a las poses del poder, que se exageran en las fechas patrias, he intentado alejarme de toda esa sensiblería simplona.
Pero en Cabrera he sucumbido a la magia de la bandera, a la capacidad convocante del Himno nacional que he redescubierto rebelde, fresco, desafiante. “ningún pueblo ser libre merece si es esclavo indolente y servil”.
Sentir que presidentes y legisladores, rectores y generales, empresarios y secretarios de Estado, obispos y jueces, indolentes y serviles, en vez de defender la patria “…al dolo y ardid la expusieron de un intruso señor al desdén”.
Bandera, himno y héroes como bisutería de ocasión en escenarios donde presidentes y legisladores rememoran batallas y gestas; rectores y generales repiten solemnes los nombres de héroes y mártires y nos convocan a imitarlos; empresarios y secretarios de Estado invitan a engrandecer la República y colocarla en el pedestal que se merece en el coro de las naciones; obispos y jueces recuerdan los valores morales en los que se sustenta la patria.
“Que linda en el tope estás….”.- acartonada y blasfema, la voz del locutor invoca el emblema nacional antes de presentar a oradores que minutos después van a recibir los saludos de compradores y vendedores de la patria vindicada en los discursos.
Alérgico a las poses del poder, que se exageran en las fechas patrias, he intentado alejarme de toda esa sensiblería simplona.
Pero en Cabrera he sucumbido a la magia de la bandera, a la capacidad convocante del Himno nacional que he redescubierto rebelde, fresco, desafiante. “ningún pueblo ser libre merece si es esclavo indolente y servil”.
Sentir que presidentes y legisladores, rectores y generales, empresarios y secretarios de Estado, obispos y jueces, indolentes y serviles, en vez de defender la patria “…al dolo y ardid la expusieron de un intruso señor al desdén”.
Saber que a pesar de que “… en la cima de heroico baluarte, de los libres el verbo encarnó, donde el genio de Sánchez y Duarte a ser libre o morir enseñó”. “…si pudo inconsulto caudillo de esas glorias el brillo empañar”.
Sin embargo, en la pequeña Playa del Puerto de Cabrera, donde centenares de pobladores recuperaron la soberanía vendida viví momentos que estoy obligado a compartir.
Es que en el instante que se sembraba la bandera para significar que, encabezados por humildes pescadores, el pueblo cabrereño “en bélico reto de muerte sus cadenas de esclavo rompió”, la multitud inicio el canto patrio.
A mis espaldas escuche algunas voces terriblemente desafinadas y desentonadas, pero fuertes y desgarrantes, no pude evitar voltear la cabeza y descubrir a un viejo pescador que, agarrado de la mano con una señora mayor, más que cantar, gritaba a pleno pulmón el Himno nacional.
Fija la mirada de él en la bandera y ella con los ojos cerrados cantaban con tanta rabia y crispación, con tanto fervor que no pude evitar girar totalmente hacia ellos y rendirle en silencio propio el honor que aquella dignidad sencilla merecía.
Mientras cantaba al pescador le corría una lágrima gruesa que recogió con el dedo índice y llevó a su boca sin dejar de cantar.
¿.- Salada.-. ?
Pregunté inmediatamente después de que disonantes y desafinadas sus voces anunciaran que “Quisqueya la indómita y brava siempre altiva la frente alzará; que si fuere mil veces esclava otras tantas ser libre sabrá.”
- Salá.-, respondió.
Extrañada por la pregunta su compañera, aún firmemente agarrada de la mano con él, añadió.
.- Yo tengo 81 años y él 84, nacimos aquí y aquí vamos a morir.- ¿.- Cómo me vienen a decir que no podemos usar esta playa por que se vendió? Pues no, si en otras partes la gente dejó que la sacaran, en esta playa habrá que matarnos a todos...-
.- Mi abuelo nació y murió aquí.- Yo lo que les pido es que nos ayuden a defenderla y a que esa bandera no la bajen de ahí.-
.- Quizá ustedes en la capital no lo sepan, pero aquí va a pasar algo muy, muy, muy grande si se siguen cogiendo las playas y los cabos.-
El me miró a los ojos y con el mismo vozarrón con que dignificó como nadie el Himno Nacional me dijo.
:- Aquí se va a pelear.- Vaya y dígalo, pa´que lo sepan, aquí hay dignidad.-
Nunca, absolutamente nunca en mi vida el himno me sonó más dulce, ni la bandera más bella. .- ¡Que linda en tope estás….! Grite, o creo que grite.
En Cabrera redescubrí el Himno y la bandera.
Un pescador anunció como perspectiva una estrofa no cantada: “…y el incendio que atónito deja de Castilla al soberbio león, de las playas gloriosas le aleja donde flota el cruzado pendón”.
En la recuperación real, no simbólica, de la Playa del Puerto y de la desembocadura del Rio Sigua o Limón vi la dignidad de mujeres y hombres en quienes “es santuario de amor cada pecho do la patria se siente vivir; y es su escudo invencible, el derecho; y es su lema: ser libre o morir.”
Convocados desde Playa del Puerto en Cabrera a que “…, mostremos erguida nuestra frente, orgullosos de hoy más; que Quisqueya será destruida pero sierva de nuevo, jamás!”.
.- Aquí se va a pelear.- La frase suena en mis oídos como llamado más que como advertencia.
Suena como himno. Como el Himno Nacional.
Desde Cabrera nos llaman a recuperar la patria perdida, vendida, mutilada.
Que bueno que no fue en fecha solemne y que no estuvieron presentes ni presidentes, ni legisladores, ni rectores, ni generales, ni empresarios, ni secretarios de Estado, ni obispos, ni jueces.
Desde el pueblo mismo, el pueblo convoca al pueblo.
Para que podamos cantar a todo pulmón “Libertad! Que los ecos se agiten mientras llenos de noble ansiedad, nuestros campos de gloria repiten ¡Libertad! Libertad! Libertad!
Esta lucha apenas empieza, ¡Para que siempre haya patria.!
Luis Carvajal
Sin embargo, en la pequeña Playa del Puerto de Cabrera, donde centenares de pobladores recuperaron la soberanía vendida viví momentos que estoy obligado a compartir.
Es que en el instante que se sembraba la bandera para significar que, encabezados por humildes pescadores, el pueblo cabrereño “en bélico reto de muerte sus cadenas de esclavo rompió”, la multitud inicio el canto patrio.
A mis espaldas escuche algunas voces terriblemente desafinadas y desentonadas, pero fuertes y desgarrantes, no pude evitar voltear la cabeza y descubrir a un viejo pescador que, agarrado de la mano con una señora mayor, más que cantar, gritaba a pleno pulmón el Himno nacional.
Fija la mirada de él en la bandera y ella con los ojos cerrados cantaban con tanta rabia y crispación, con tanto fervor que no pude evitar girar totalmente hacia ellos y rendirle en silencio propio el honor que aquella dignidad sencilla merecía.
Mientras cantaba al pescador le corría una lágrima gruesa que recogió con el dedo índice y llevó a su boca sin dejar de cantar.
¿.- Salada.-. ?
Pregunté inmediatamente después de que disonantes y desafinadas sus voces anunciaran que “Quisqueya la indómita y brava siempre altiva la frente alzará; que si fuere mil veces esclava otras tantas ser libre sabrá.”
- Salá.-, respondió.
Extrañada por la pregunta su compañera, aún firmemente agarrada de la mano con él, añadió.
.- Yo tengo 81 años y él 84, nacimos aquí y aquí vamos a morir.- ¿.- Cómo me vienen a decir que no podemos usar esta playa por que se vendió? Pues no, si en otras partes la gente dejó que la sacaran, en esta playa habrá que matarnos a todos...-
.- Mi abuelo nació y murió aquí.- Yo lo que les pido es que nos ayuden a defenderla y a que esa bandera no la bajen de ahí.-
.- Quizá ustedes en la capital no lo sepan, pero aquí va a pasar algo muy, muy, muy grande si se siguen cogiendo las playas y los cabos.-
El me miró a los ojos y con el mismo vozarrón con que dignificó como nadie el Himno Nacional me dijo.
:- Aquí se va a pelear.- Vaya y dígalo, pa´que lo sepan, aquí hay dignidad.-
Nunca, absolutamente nunca en mi vida el himno me sonó más dulce, ni la bandera más bella. .- ¡Que linda en tope estás….! Grite, o creo que grite.
En Cabrera redescubrí el Himno y la bandera.
Un pescador anunció como perspectiva una estrofa no cantada: “…y el incendio que atónito deja de Castilla al soberbio león, de las playas gloriosas le aleja donde flota el cruzado pendón”.
En la recuperación real, no simbólica, de la Playa del Puerto y de la desembocadura del Rio Sigua o Limón vi la dignidad de mujeres y hombres en quienes “es santuario de amor cada pecho do la patria se siente vivir; y es su escudo invencible, el derecho; y es su lema: ser libre o morir.”
Convocados desde Playa del Puerto en Cabrera a que “…, mostremos erguida nuestra frente, orgullosos de hoy más; que Quisqueya será destruida pero sierva de nuevo, jamás!”.
.- Aquí se va a pelear.- La frase suena en mis oídos como llamado más que como advertencia.
Suena como himno. Como el Himno Nacional.
Desde Cabrera nos llaman a recuperar la patria perdida, vendida, mutilada.
Que bueno que no fue en fecha solemne y que no estuvieron presentes ni presidentes, ni legisladores, ni rectores, ni generales, ni empresarios, ni secretarios de Estado, ni obispos, ni jueces.
Desde el pueblo mismo, el pueblo convoca al pueblo.
Para que podamos cantar a todo pulmón “Libertad! Que los ecos se agiten mientras llenos de noble ansiedad, nuestros campos de gloria repiten ¡Libertad! Libertad! Libertad!
Esta lucha apenas empieza, ¡Para que siempre haya patria.!
Luis Carvajal