A propósito de Abril, de los cantos de Patria, de rescatar la memoria de nuestro pueblo y del valor inmenso de la solidaridad vamos a desparramar los versos escritos en ese abril glorioso...
Pablo Neruda
Pablo Neruda
Perdonen si les digo unas locuras en esta dulce tarde de febrero y si se va mi corazón cantando hacia Santo Domingo, compañeros.
Vamos a recordar lo que ha pasado desde que don Cristóbal marinero puso los pies y descubrió la isla.
¡Ay mejor no la hubiera descubierto!
Porque ha sufrido tanto desde entonces que parece que el Diablo y no Jesús se entendió con Colón en este aspecto.
Estos conquistadores españoles que llegaron de España con lo puesto buscaban oro, y lo buscaban tanto, como si les sirviese de alimento.
Enarbolando a Cristo con su cruz los garrotazos fueron argumentos tan poderosos que los indios vivos se convirtieron en cristianos muertos.
Aunque hace siglos de esta historia amarga por amarga y por vieja se la cuento porque las cosas no se aclaran nunca con el olvido ni con el silencio.
Y hay tanta iniquidad sin comentario en la América hirsuta que nos dieron que si hasta los poetas nos callamos no hablan los otros porque tienen miedo.
Ya se sabe que un día declaramos la independencia azul de nuestros pueblos uva por uva América Latina se desgranó como un racimo negro de nacionalidades diminutas con mucha facha y con poco dinero.
(Andamos con orgullo y sin zapatos y nos creemos todos caballeros.)
Cuando tuvimos pantalones largos nos escogimos pésimos gobiernos (rivalizamos mucho en este asunto: Santo Domingo se sacó los premios).
Tuvo de presidentes singulares déspotas sanos, déspotas enfermos, tiranos tontos y tiranos ricos, mandones locos y mandones viejos.
En esta variedad un tanto triste tuvieron a Trujillo sempiterno que gracias a un balazo se enfermó después de cuarenta años de gobierno.
Podríamos decir de este Trujillo (a juzgar por las cosas que sabemos) que fue el hombre más malo de este mundo (si no existiese Johnson, por supuesto).
(Se sabrá quién ha sido más malvado cuando los dos estén en el infierno.)
Cuando murió Trujillo respiró aquella pobre patria de tormentos y en un escalofrío de esperanzas subió la luna sobre el sufrimiento.
Corre por los caminos la noticia, Santo Domingo sale del infierno, por fin elige un presidente puro: es Juan Bosch que regresa del destierro.
Pero no les conviene un hombre honrado a los gorilas ni a los usureros. Decretaron un golpe en Nueva York: lo echan abajo con cualquier pretexto, lo destierran con su Constitución, instalan a cualquier sepulturero en el trono del mando y del castigo. Y los verdugos vuelven a sus puestos.
“La democracia representativa ha sido restaurada en ese pueblo” dijo El Mercurio en un editorial escrito en la embajada que sabemos.
Pero esta vez las cosas no marcharon. De un modo inesperado aunque severo a norteamericanos y gorilas les salieron tornillos en el queso. Y con voz de fusiles en la calle salió a cantar el corazón del pueblo.
Santo Domingo con su pueblo armado borró la imposición de los violentos: tomó ciudades, campos, y en el puente, con el pecho desnudo y descubierto, aplastó tanques, desafió cañones.
Y corría impetuoso como el viento hacia la libertad y la victoria, cuando el texano Johnson, el funesto, con la sangre de muchos en las manos, hizo desembarcar sus marineros.
Cuarenta y cinco mil hijos de perra bajaron con sus armas y sus cuentos, con ametralladoras y napalm, con objetivos claros y concretos: “poner en libertad a los ladrones! y a los demás hay que meterlos presos!”.
Y allí están disparando cada día contra dominicanos indefensos.
Como en Vietnam, el asesino es fuerte, pero a la larga vencerán los pueblos.
La moraleja de este cuento amargo se la voy a decir en un momento (no se lo vayan a contar a nadie: soy pacifista por fuera y por dentro!):
Ahí va:
Me gusta en Nueva York el yanqui vivo y sus lindas muchachas, por supuesto, pero en Santo Domingo y en Vietnam prefiero norteamericanos muertos.