miércoles, 14 de abril de 2010

UN JOVEN QUE QUIERE SER REVOLUCIONARIO


QUERIDO AMIGO.

Amílkar Almánzar Cantisano


Un amigo me ha reclamado que cuando escribo un artículo firmo:


Amílkar Almánzar Cantisano, un joven que quiere ser revolucionario. No le molesta que utilice mis dos largos apellidos, ni que sea un joven que quiera ser. Su problema está en la última palabra, REVOLUCIONARIO.


El entiende que este término está desfasado, diluido, aguado, sin valor. “Para yo decir que la comida está mala, no necesito decir que soy cocinero”, me dijo para demostrarme que para criticar la sociedad desde un artículo, no es necesario definirse a la hora de firmar.

A diferencia de mi amigo, creo que los que tratamos de pensar de forma diferente tenemos que definirnos, identificarnos, sacar la cabeza y decir lo que somos, porque bajo el supuesto de que en el mundo de hoy no hay ideologías, quedamos metidos todos y todas en el mismo saco.

Las ideologías viven. ¿O acaso la cultura de la dominación y la explotación no forman parte de una ideología? La forma como los seres humanos estamos abusando despiadadamente del medio ambiente; la manera en que los hombres se relacionan con las mujeres, bajo el supuesto de que el varón es el que posee la fuerza y provee recursos materiales; la utilización de las posiciones de dirección para avasallar, beneficiarse, controlar y reprimir; el egoísmo, el servilismo, las nuevas formas de esclavitud, la injusta distribución de las riquezas, todo ello es ideología.

Hay quienes creemos que las cosas pueden y tienen que ser diferente. Hay quienes entendemos que podemos establecer un modelo de desarrollo que respete el medio ambiente; que podemos desarrollar las relaciones hombre-mujer desde una perspectiva de igualdad y equidad; que podemos implementar un estilo de dirección desde el respeto, la participación, la construcción de liderazgos colegiados, la búsqueda del bienestar colectivo, y la acción desde el interés de la mayoría; que los seres humanos podemos vivir en la solidaridad, la fraternidad, la libertad , la justicia, la democracia, la paz y la solidaridad. Esto es ser revolucionario, vivir bajo estas premisas en todos nuestros espacios de acción: en la familia, en el trabajo, con los amigos y las amigas, en el partido, en las organizaciones sociales, en la dirección del Estado.

Ser revolucionario no es estar en una foto blanco y negro, con boina, barba larga y un fusil en la espalda. El revolucionario y la revolucionaria no están en los 60 o en los 70. Ser revolucionario es una opción de hoy, que se vive de forma práctica, que se construye en la comunidad. Es la voluntad de transformarlo todo, desde la familia, hasta el Estado. No es tarea fácil. Es tarea hermosa, que estoy dispuesto a defender con mi acción, con mi voz, con mis ideas, y hasta con la propia vida se así ha de ocurrir.

Querido amigo: soy un joven que quiere ser revolucionario, a pesar de que el término te parezca aguado. Otra tarea se ha sumado al listado: demostrar con los hechos que la revolución es una vía con consistencia, que ser revolucionario es una opción real, que la revolución es el camino para la liberación de nuestro pueblo.