lunes, 15 de febrero de 2010

EL DEBATE ESTA EN SU MEJOR MOMENTO



(En la foto, de izquierda a derecha: Ramón Almánzar, Manuel Salazar, Virtudes Alvarez, Iván Rodríguez y Narciso Isa Conde)

Sobre las candidaturas de izquierdistas en la boleta del PRD

Augusto Sención

La decisión de algunas organizaciones de izquierda de llevar determinadas candidaturas a las elecciones en su propia boleta y en la del PRD, es un paso audaz y riesgoso, como todo paso importante en política.

Las alianzas son consustanciales a la política. Partidos de derecha y de izquierda de cualquier país del mundo hacen alianzas para lograr determinados objetivos. Por lo tanto, el paso táctico dado por las organizaciones de izquierda en nuestro país debe ser analizado a partir de juicios y razonamientos políticos, nada más. Recurrir a la moral abstracta para enjuiciar dicho proceder es pura teología. Y eso, justamente, es lo que ya empezaron a hacer algunos izquierdistas inorgánicos.

¿Qué ganaría la izquierda llevando algunos candidatos comunes con el PRD? ¿Podría obtener dos o tres diputados y alguna presencia en determinados ayuntamientos? ¿Podría lograr, por primera vez, un pequeño bloque en la Cámara de Diputados? ¿Lograría algún vínculo importante con ciertos sectores progresistas del PRD? ¿Y qué podría perder? ¿Credibilidad ante la población? ¿Su identidad revolucionaria?

Esos son, entre otros, los aspectos que hay que dilucidar para ver la conveniencia o no de la decisión. La vida determinará si el paso táctico fue correcto o fue un error.



El temor del débil

Algunos de los izquierdistas que ahora la emprenden contra la izquierda agrupada en el MIUCA-Acción por el cambio, solo saben criticar desde posiciones doctrinarias, no a partir de la realidad política nacional ni de los propósitos de la táctica. Uno de ellos dice que con esa alianza dicha izquierda “está alejándose de posiciones revolucionarias” y podría terminar como otros izquierdistas que se pasaron al PRD y al PLD o son satélites de esos partidos. Según él, “la alternativa de izquierda no puede construirse asociándose a la derecha, a la partidocracia corrompida que debemos derrotar” y que está “al servicio de las políticas neoliberales.” En su crítica descalifica las convicciones revolucionarias de las dirigencias que “cuadrándose a la izquierda han decidido batear a la derecha”.

Ninguna de esas ideas parte de un análisis de la realidad nacional. Solo descalifican un paso táctico a partir de valoraciones morales: es malo juntarse con corruptos. Esa junta parece ser suficiente para que la izquierda comience a batear a la derecha. Incluso, el crítico habla de asociación con la derecha, como si de eso se tratara en una alianza táctica y momentánea.

Bien, si al hacer una alianza electoral con un partido de derecha, en determinados lugares del país, la izquierda deja de ser tal, sería bueno conocer qué opina el crítico acerca de las alianzas que se hacen en otros países. No podemos hablar de todas, porque son miles, pero mencionaré dos. Veamos:

En Venezuela, el partido comunista hizo una alianza con Rafael Caldera en el año 1993. Caldera, que había sido presidente del país por el partido COPEI en los años 1969-74 y que era miembro prominente de la partidocracia corrompida, terminó de hundir a Venezuela en el pantano, tras la crisis financiera que se presentó durante su segundo mandato.
Su salida de COPEI no fue para aplicar una política diferente, sino para aprovechar el descontento popular con los partidos tradicionales y alzarse con la presidencia del país. El Partido Comunista de Venezuela (PCV), que apoyó la candidatura de Caldera y participó en su gobierno, no dejó de ser lo que era por haber hecho una alianza con un político y un agrupamiento de derecha. Ni el PCV se hizo calderista ni Caldera se hizo comunista.
Se podría criticar o no el paso táctico del PCV, pero nadie puede decir que ese partido se pasó a la derecha. Hoy el PCV es parte del agrupamiento de fuerzas que respalda al gobierno que dirige Chávez. Por supuesto, la República Dominicana de hoy no es la Venezuela de 1993. Eso se sabe. ¿Pero por qué si los comunistas venezolanas mantuvieron su identidad, los izquierdistas y las izquierdistas dominicanas perderán la suya? ¿Por qué se pasarán al PRD o serán satélites de ese partido? Eso habría que explicarlo. Decirlo es fácil, pero una crítica seria debe estar bien fundamentada. Una proclama o un juicio condenatorio no dice nada si no se acompaña de una explicación que hasta ahora nadie ha dado.

Para quien solo sabe decir, todos los días, que en el país hay una partidocracia corrompida, no cabe en su imaginación una alianza temporal y puntual con uno de los integrantes de esa partidocracia. Su esquema mental se hace más rígido ante un hecho que lo saca de casilla.
Toda su osadía intelectual consiste en decir que los buenos no deben juntarse con los malos, porque en esa junta los buenos pierden y los malos ganan. No puede ser al revés o no pueden ganar los dos. No. Su moral pura, inmaculada, no admite maniobras ni alianzas. Sus principios lo paralizan, es decir, lo anulan como político. Lo que no se sabe es qué opina el ultrarradical sobre sus hermanos venezolanos del PCV, no en cuanto a la alianza que hicieron, sino en cuanto o si continúan siendo revolucionarios.
Otro ejemplo es el del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador. Durante la mayor parte de los años ochenta, el FMLN combatió militarmente contra el gobierno del PDC que encabezaba Napoleón Duarte y que era sostenido por el gobierno de Estados Unidos.
El partido de ultraderecha (ARENA) estaba en la oposición a Duarte y era, lógicamente, enemigo de la guerrilla. El partido ARENA fue creado por Roberto D´aubuisson, responsable de cientos de crímenes cometidos por los escuadrones de la muerte que él mismo dirigía. En el año 1989 ARENA ganó las elecciones presidenciales y en 1992 el FMLN negoció con el nuevo gobierno el fin de la guerra y se desmovilizó a cambio de importantes reformas en el sistema político.
En 1994 el FMLN participó en las elecciones presidenciales, legislativas y municipales y quedó en segundo lugar, detrás de ARENA. El PDC comenzó a convertirse en un apéndice de ARENA, que más adelante colocó a un hombre suyo en la dirección del PDC, el señor Rodolfo Parker, abogado de los militares, miembro del equipo del gobierno de ARENA que negoció la paz con el FMLN y señalado en el Informe de la Verdad (elaborado tras el fin de la guerra) como encubridor de pruebas del asesinato de seis sacerdotes jesuitas y sus dos empeladas.

Para gobernar el país después de la guerra, la derecha creó un frente integrado por ARENA, el PCN (partido de gobierno durante los años de las dictaduras militares que precedieron a la guerra) y el PDC. Esos tres partidos dominaban el congreso y aprobaban todos los proyectos de ley que requería el gobierno de ARENA para impulsar las políticas neoliberales: privatizaciones, dolarización, TLC, reforma tributaria regresiva, etc. Esos partidos se repartieron la Corte Suprema de Justicia, la Fiscalía General de la República, la Corte de Cuentas y el Tribunal Supremo Electoral, o sea, casi todo el Estado corrupto y al servicio de la cúpula empresarial del país y del imperialismo norteamericano. La alianza de esas fuerzas se hizo estratégica, aunque en cuestiones tácticas mostraban diferencias eventuales.

Pese a lo dicho anteriormente, el FMLN entendió que en el PDC había sectores que procuraban levantar a dicho partido y que para ello tenían que ganar más alcaldías, aunque fuera en alianza con sectores de izquierda si ARENA no le daba lo que le pedían. Entonces el FMLN hizo alianzas puntuales con el PDC para las elecciones municipales de 1997 y de los años posteriores.
Las alianzas no eran generales, sino en algunos municipios, entre ellos la capital del país, que el FMLN ganó dos veces (1997 y 2000) con el apoyo del PDC y de otras fuerzas menores. O sea, la dirección del FMLN logró acuerdos con el partido dirigido por Parker. Ambos partidos ganaban algunas alcaldías a costa de ARENA, sin que ello significara que el PDC se hiciera aliado estratégico del FMLN y enemigo de ARENA.
En algunos municipios el candidato a alcalde y la mayoría del consejo municipal era del PDC. En otros municipios la mayoría era del FMLN. Todavía en las elecciones municipales de enero de 2009 el FMLN se alió con el PDC en cinco municipios. Y cuando llegaron las presidenciales de marzo de ese año, el PDC, como es natural en un asunto de interés estratégico, apoyó al candidato de ARENA.

¿Por qué los ultrarradicales dominicanos no critican que el FMLN se alíe a un partido dirigido por un ultraderechista y neoliberal cuestionado moralmente, cuyo partido es aliado estratégico de ARENA? ¿Por qué el FMLN no perdió su identidad con esas alianzas y el PDC tampoco? Sabemos que El Salvador no es República Dominicana y que el FMLN no es igual a la izquierda de nuestro país, pero lo que nos interesa saber es por qué nadie acusa al FMLN de haber bateado a la derecha cuando se alió a Parker, responsable de muchas cosas feas, incluyendo su vínculo estratégico con el partido ARENA ¿Es que los ultrarradicales doctrinarios temen criticar al FMLN?

El temor a las alianzas, a “contaminarse con gente de derecha”, solo lo siente quien se sabe débil. Y la debilidad no es solamente orgánica, sino ideológica. La gente firme no le teme a juntarse, cuando la ocasión lo amerita, con partidos o personas ideológicamente diferentes, a hacer una acción común, un compromiso, un pacto o una coalición política temporal.
Obviamente, las alianzas pueden ser erráticas. Nadie ha dicho que toda alianza es correcta. La izquierda que lleva algunos candidatos en las boletas del PRD puede estar equivocada o puede haber dado un paso táctico correcto. Eso habría que demostrarlo. Lo que aquí decimos es que el rechazo a tal decisión no es válido si solo se queda en argumentos doctrinarios y morales. Porque sí así fuese, toda alianza de la izquierda con algún grupo de derecha (como las del PCV y el FMLN) estaría condenada de antemano, sería malévola por naturaleza. Decir eso no es hacer política, sino religión.

Elecciones y abstencionismo: amagar y no dar

Algunos ultrarradicales muy críticos han venido dando tumbos desde hace tiempo. Se metieron en elecciones en los años 1978, 1982 y 1986, en ninguna de las cuales obtuvieron un regidor. Tras esos fracasos, abandonaron el camino electoral como vía para avanzar hacia el poder. Entonces casi proclamaron el paso a la lucha armada pero sin decidirse a construir el instrumento para conducir una guerra.
No crearon ni un organismo en un barrio, donde vive la mayoría de la población por la que dicen luchar. Parecía que esperaban un alzamiento popular espontáneo que ellos conducirían como héroes nacionales. Pero las masas no los siguieron.
Luego, tras 16 años de abstencionismo estéril, volvieron al redil electoral en los años 2002 y 2004, solo para pasar trabajo, pues tampoco crearon el instrumento adecuado para participar en las elecciones. El fracaso nuevo fue mayor.

Ahora vuelven a llamar a no votar, pero no para preparar un levantamiento popular ni para dirigir una guerra, sino para que sus espíritus estén en paz con los mártires que dicen adorar. No votarán a pesar de que sectores de la izquierda llevan candidatos. Como pésimos políticos, no logran distinguir al enemigo principal ni a los aliados en la lucha por transformaciones democráticas y revolucionarias desde un poder popular, que es lo que está planteado en este país, no en estas elecciones, sino en el porvenir revolucionario que se avizora. ¿Y a qué conduce no votar? A nada. Al sistema no le afecta. Sabemos que hay grupos sociales que también llaman a no votar, pero sus motivaciones y pretensiones son diferentes a las de los ultrarradicales. Persiguen otros propósitos que respetamos.

¿Para qué dan las elecciones venideras?

De estas elecciones no saldrá un cambio en la correlación de fuerzas en el país. Nada de eso. La derecha ganará fácilmente y mantendrá su dominio sobre la nación. Si la izquierda obtiene algunos puestos en el Congreso y algunas victorias en uno que otro municipio, puede decir que logró algo importante. Si sale sin resultados que exhibir no habrá logrado sus propósitos. Participar en elecciones significa tener logros en votos y cargos, no solo llevar mensajes y vincularse al pueblo, como siempre se dice desde la izquierda. Eso lo entendió muy bien el FMLN, que pasó de la guerra a la lucha electoral, donde fue creciendo hasta ganar las elecciones presidenciales.

Los ultrarrevolucionarios dominicanos ya tienen los artículos del 17 de mayo. Si la izquierda que va a elecciones no logra resultados positivos dirán que ello se debió a la alianza con el PRD. Desde luego, no explicarán cómo la izquierda podía ganar candidaturas sola, sin alianza; insistirán en lo que consideran mala alianza, nada más. Si la izquierda tiene resultados aceptables, dirán que sus representantes en el Congreso trabajarán para el PRD. Nadie sabe por qué, pero eso dirán, aunque la vida lo desmienta rápidamente.

Ahora bien, pase lo que pase, lo realmente importante no está en las elecciones venideras. El reto de la izquierda es crear una potente organización o un frente de partidos con peso en la vida nacional. La vía para llegar al Poder Ejecutivo es electoral. En el país no está planteada otra vía, al menos en este momento.
Si las condiciones nacionales e internacionales cambian, puede cambiar la vía. Pero hoy la lucha es electoral. Por lo tanto, hay que crear el instrumento para las batallas electorales. Y eso no se hace en medio de una campaña y unos comicios, sino previamente.
Hay que organizar al pueblo en una nueva opción política. Ello demanda un trabajo educativo y organizativo serio, unificar las fuerzas más afines, unificar instrumentos de propaganda y hacer muchas otras cosas que la izquierda no está haciendo adecuadamente. Ese es el reto. La izquierda no perderá su identidad en estas elecciones, pero debe trabajar sin demora por un proyecto que trascienda la actual coyuntura.

14 de febrero de 2010