Sobre las candidaturas de izquierdistas en la boleta del PRD
Augusto Sención
La decisión de algunas organizaciones de izquierda de llevar determinadas candidaturas a las elecciones en su propia boleta y en la del PRD, es un paso audaz y riesgoso, como todo paso importante en política.
Las alianzas son consustanciales a la política. Partidos de derecha y de izquierda de cualquier país del mundo hacen alianzas para lograr determinados objetivos. Por lo tanto, el paso táctico dado por las organizaciones de izquierda en nuestro país debe ser analizado a partir de juicios y razonamientos políticos, nada más. Recurrir a la moral abstracta para enjuiciar dicho proceder es pura teología. Y eso, justamente, es lo que ya empezaron a hacer algunos izquierdistas inorgánicos.
¿Qué ganaría la izquierda llevando algunos candidatos comunes con el PRD? ¿Podría obtener dos o tres diputados y alguna presencia en determinados ayuntamientos? ¿Podría lograr, por primera vez, un pequeño bloque en la Cámara de Diputados? ¿Lograría algún vínculo importante con ciertos sectores progresistas del PRD? ¿Y qué podría perder? ¿Credibilidad ante la población? ¿Su identidad revolucionaria?
Esos son, entre otros, los aspectos que hay que dilucidar para ver la conveniencia o no de la decisión. La vida determinará si el paso táctico fue correcto o fue un error.
El temor del débil
Algunos de los izquierdistas que ahora la emprenden contra la izquierda agrupada en el MIUCA-Acción por el cambio, solo saben criticar desde posiciones doctrinarias, no a partir de la realidad política nacional ni de los propósitos de la táctica. Uno de ellos dice que con esa alianza dicha izquierda “está alejándose de posiciones revolucionarias” y podría terminar como otros izquierdistas que se pasaron al PRD y al PLD o son satélites de esos partidos. Según él, “la alternativa de izquierda no puede construirse asociándose a la derecha, a la partidocracia corrompida que debemos derrotar” y que está “al servicio de las políticas neoliberales.” En su crítica descalifica las convicciones revolucionarias de las dirigencias que “cuadrándose a la izquierda han decidido batear a la derecha”.
Ninguna de esas ideas parte de un análisis de la realidad nacional. Solo descalifican un paso táctico a partir de valoraciones morales: es malo juntarse con corruptos. Esa junta parece ser suficiente para que la izquierda comience a batear a la derecha. Incluso, el crítico habla de asociación con la derecha, como si de eso se tratara en una alianza táctica y momentánea.
Bien, si al hacer una alianza electoral con un partido de derecha, en determinados lugares del país, la izquierda deja de ser tal, sería bueno conocer qué opina el crítico acerca de las alianzas que se hacen en otros países. No podemos hablar de todas, porque son miles, pero mencionaré dos. Veamos:
En Venezuela, el partido comunista hizo una alianza con Rafael Caldera en el año 1993. Caldera, que había sido presidente del país por el partido COPEI en los años 1969-74 y que era miembro prominente de la partidocracia corrompida, terminó de hundir a Venezuela en el pantano, tras la crisis financiera que se presentó durante su segundo mandato.
Para quien solo sabe decir, todos los días, que en el país hay una partidocracia corrompida, no cabe en su imaginación una alianza temporal y puntual con uno de los integrantes de esa partidocracia. Su esquema mental se hace más rígido ante un hecho que lo saca de casilla.
Para gobernar el país después de la guerra, la derecha creó un frente integrado por ARENA, el PCN (partido de gobierno durante los años de las dictaduras militares que precedieron a la guerra) y el PDC. Esos tres partidos dominaban el congreso y aprobaban todos los proyectos de ley que requería el gobierno de ARENA para impulsar las políticas neoliberales: privatizaciones, dolarización, TLC, reforma tributaria regresiva, etc. Esos partidos se repartieron la Corte Suprema de Justicia, la Fiscalía General de la República, la Corte de Cuentas y el Tribunal Supremo Electoral, o sea, casi todo el Estado corrupto y al servicio de la cúpula empresarial del país y del imperialismo norteamericano. La alianza de esas fuerzas se hizo estratégica, aunque en cuestiones tácticas mostraban diferencias eventuales.
Pese a lo dicho anteriormente, el FMLN entendió que en el PDC había sectores que procuraban levantar a dicho partido y que para ello tenían que ganar más alcaldías, aunque fuera en alianza con sectores de izquierda si ARENA no le daba lo que le pedían. Entonces el FMLN hizo alianzas puntuales con el PDC para las elecciones municipales de 1997 y de los años posteriores.
¿Por qué los ultrarradicales dominicanos no critican que el FMLN se alíe a un partido dirigido por un ultraderechista y neoliberal cuestionado moralmente, cuyo partido es aliado estratégico de ARENA? ¿Por qué el FMLN no perdió su identidad con esas alianzas y el PDC tampoco? Sabemos que El Salvador no es República Dominicana y que el FMLN no es igual a la izquierda de nuestro país, pero lo que nos interesa saber es por qué nadie acusa al FMLN de haber bateado a la derecha cuando se alió a Parker, responsable de muchas cosas feas, incluyendo su vínculo estratégico con el partido ARENA ¿Es que los ultrarradicales doctrinarios temen criticar al FMLN?
El temor a las alianzas, a “contaminarse con gente de derecha”, solo lo siente quien se sabe débil. Y la debilidad no es solamente orgánica, sino ideológica. La gente firme no le teme a juntarse, cuando la ocasión lo amerita, con partidos o personas ideológicamente diferentes, a hacer una acción común, un compromiso, un pacto o una coalición política temporal.
Elecciones y abstencionismo: amagar y no dar
Algunos ultrarradicales muy críticos han venido dando tumbos desde hace tiempo. Se metieron en elecciones en los años 1978, 1982 y 1986, en ninguna de las cuales obtuvieron un regidor. Tras esos fracasos, abandonaron el camino electoral como vía para avanzar hacia el poder. Entonces casi proclamaron el paso a la lucha armada pero sin decidirse a construir el instrumento para conducir una guerra.
Ahora vuelven a llamar a no votar, pero no para preparar un levantamiento popular ni para dirigir una guerra, sino para que sus espíritus estén en paz con los mártires que dicen adorar. No votarán a pesar de que sectores de la izquierda llevan candidatos. Como pésimos políticos, no logran distinguir al enemigo principal ni a los aliados en la lucha por transformaciones democráticas y revolucionarias desde un poder popular, que es lo que está planteado en este país, no en estas elecciones, sino en el porvenir revolucionario que se avizora. ¿Y a qué conduce no votar? A nada. Al sistema no le afecta. Sabemos que hay grupos sociales que también llaman a no votar, pero sus motivaciones y pretensiones son diferentes a las de los ultrarradicales. Persiguen otros propósitos que respetamos.
¿Para qué dan las elecciones venideras?
De estas elecciones no saldrá un cambio en la correlación de fuerzas en el país. Nada de eso. La derecha ganará fácilmente y mantendrá su dominio sobre la nación. Si la izquierda obtiene algunos puestos en el Congreso y algunas victorias en uno que otro municipio, puede decir que logró algo importante. Si sale sin resultados que exhibir no habrá logrado sus propósitos. Participar en elecciones significa tener logros en votos y cargos, no solo llevar mensajes y vincularse al pueblo, como siempre se dice desde la izquierda. Eso lo entendió muy bien el FMLN, que pasó de la guerra a la lucha electoral, donde fue creciendo hasta ganar las elecciones presidenciales.
Los ultrarrevolucionarios dominicanos ya tienen los artículos del 17 de mayo. Si la izquierda que va a elecciones no logra resultados positivos dirán que ello se debió a la alianza con el PRD. Desde luego, no explicarán cómo la izquierda podía ganar candidaturas sola, sin alianza; insistirán en lo que consideran mala alianza, nada más. Si la izquierda tiene resultados aceptables, dirán que sus representantes en el Congreso trabajarán para el PRD. Nadie sabe por qué, pero eso dirán, aunque la vida lo desmienta rápidamente.
Ahora bien, pase lo que pase, lo realmente importante no está en las elecciones venideras. El reto de la izquierda es crear una potente organización o un frente de partidos con peso en la vida nacional. La vía para llegar al Poder Ejecutivo es electoral. En el país no está planteada otra vía, al menos en este momento.
14 de febrero de 2010