domingo, 15 de junio de 2008

SALOME, ES LA POESIA

Tres Poemas de Salomé Ureña, la primera poetisa dominicana, ella cantó la patria, la ternura, el amor, sus dolores, su sangre, sus raíces; vida biológicamente breve profundamente eterna desde su propio ser y desde el hilo de su sangre que se hizo carne en Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña. Ella es un trozo inigualable de la Patria de Duarte, ella misma fue duartiana iniciando la República Restaurada. Con amor para nuestros visitantes.

RUINAS

Memorias venerandas de otros días, soberbios monumentos, del pasado esplendor reliquias frías, donde el arte vertió sus fantasías, donde el alma expresó sus pensamientos.

Al veros ¡ay! con rapidez que pasma por la angustiada mente que sueña con la gloria y se entusiasma la bella historia de otra edad luciente.

¡Oh, Quisqueya!

Las ciencias agrupadas te alzaron en sus hombros del mundo a las atónitas miradas;

y hoy nos cuenta tus glorias olvidadas la brisa que solloza en tus escombros.

Ayer, cuando las artes florecientes su imperio aquí fijaron y creaciones tuviste eminentes, fuiste pasmo y asombro de las gentes, y la Atenas moderna te llamaron.

Águila audaz que rápida tendiste tus alas al vacío y por sobre las nubes te meciste:

¿por qué te miro desolada y triste?

¿dó está de tu grandeza el poderío?

Vinieron años de amarguras tantas, de tanta servidumbre; que hoy esa historia al recordar te espantas, porque inerme, de un dueño ante las plantas, humillada te vio la muchedumbre.

Y las artes entonces, inactivas, murieron en tu suelo, se abatieron tus cúpulas altivas, y las ciencias tendieron, fugitivas, a otras regiones, con dolor, su vuelo.

¡Oh, mi Antilla infeliz que el alma adora!

Doquiera que la vista ávida gira en tu entusiasmo ahora, una ruina denuncia acusadora las muertas glorias de tu genio artista.

¡Patria desventurada!

¿Qué anatemacayó sobre tu frente?

Levanta ya de tu indolencia extrema: la hora sonó de redención supremay ¡ay, si desmayas en la lid presente!

Pero vano temor: ya decidida hacia el futuro avanzas; ya del sueño despiertas a la vista, y a la gloria te vas engrandecida en alas de risueñas esperanzas.

Lucha, insiste, tus títulos reclama: que el fuego de tu zona preste a tu genio su potente llama, y entre el aplauso que te dé la fama vuelve a ceñirte la triunfal corona.

Que mientras sueño para ti una palma, y al porvenir caminas, no más se oprimirá de angustia el almacuando contemple en la callada calmala majestad solemne de tus ruinas.

EL AVE Y EL NIDO

¿Por qué te asustas, ave sencilla?

¿Por qué tus ojos fijas en mí?

Yo no pretendo, pobre avecilla, llevar tu nido lejos de aquí.

Aquí, en el hueco de piedra dura, tranquila y sola te vi al pasar, y traigo flores de la llanura para que adornes tu libre hogar.

Pero me miras y te estremeces, y el ala bates con inquietud, y te adelantas, resuelta, a veces, con amorosa solicitud.

Porque no sabes hasta qué grado yo la inocencia sé respetar, que es, para el alma tierna, sagradode tus amores el libre hogar.

¡Pobre avecilla!

Vuelve a tu nido mientras del prado me alejo yo; en él mi mano lecho mullido de hojas y flores te preparó.

Mas si tu tierna prole futura en duro lecho miro al pasar, con flores y hojas de la llanura deja que adorne tu libre hogar.


EL CANTAR DE MIS CANTARES

Cuando los vientos murmuradores llevan los ecos de mi laúd con los acentos de mis amores resuena un nombre, que de rumores pasa llenando la esfera azul.

Que en ese nombre que tanto adoroy al labio acude con dulce afán, de aves y brisas amante coro, rumor de espumas, eco sonoro de ondas y palmas y bosques hay.

Y para el alma que en ese ambiente vive y respira sin inquietud, y las delicias del cielo siente, guarda ese nombre puro y ferviente todo un poema de amor y luz.

Quisqueya ¡oh, Patria!

¿Quién, si en tu suelo le dio la suerte nacer feliz, quién, si te adora con fiel desvelo, cuando te nombra no oye en su anhelo músicas gratas reproducir?

Bella y hermosa cual la esperanza, lozana y joven, así eres tú; a copiar nunca la mente alcanza tus perfecciones, tu semejanza, de sus delirios en la inquietud.

Tus bellos campos que el sol inunda, tus altas cumbres de enhiesta sien, de tus torrentes la voz profunda, la palpitante savia fecunda con que la vida bulle en tu ser, todo seduce, todo arrebata, todo, en conjunto fascinador, en armoniosa corriente grata, hace en tu suelo la dicha innatay abre horizontes a la ilusión.

Y ¡ay, si oprimirte con mano rudaquiere en su saña la iniquidad!

Tu espada pronto brilla desnuda, te alzas potente, y en la lid cruda segando lauros triunfante vas.

Naturaleza te dio al crearte belleza, genio, fuerza y valor; y es mi delirio con fe cantarte y entre lo grande siempre buscarte con el empeño del corazón.

Por eso el alma te buscó un día con ansia ardiente, con vivo afán, entre las luchas y la porfía y entre los triunfos de gallardía con que el progreso gigante va.

Mas ¡ay! en vano pregunté ansiosa si entre el tumulto cruzabas tú: llevó la brisa mi voz quejosa; silencio mudo, sombra enojosa miré en tu puesto solo y sin luz.

Tú, la preciada, la libre Antilla, la más hermosa perla del mar, la que de gloria radiante brilla ¿huyes la senda que ufana trilla con planta firme la humanidad?

A tu corona rica y luciente falta la joya de más valor; búscala presto, que ya presiente para ti el alma, con gozo ardiente, grandes victorias de bendición.

¡Patria bendita! ¡Numen sagrado!

¡Raudal perenne de amor y luz!

Tu dulce nombre siempre adorado, que el pecho lleva con fe grabado, vibra en los sones de mi laúd.

Y pues que mueve nombre tan puro de mis cantares la inspiración, y ansiando vivo tu bien seguro, la sien levanta, mira al futuro, y oye mis cantos, oye mi voz!

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